¿Elecciones?

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, en el Congreso por la presentación de la serie del 23-F.
02/12/2025
2 min

En La hora de los depredadores, Giuliano da Empoli describe las tres etapas por las que, en general, suelen pasar los políticos, a partir de un libro de Tony Blair. Cuando llegan al poder se muestran receptivos, saben que no saben, tratan de comprender cómo tienen que interpretar su papel. Al cabo de un tiempo, creen que ya saben lo suficiente: "Ya no tienen ganas de escuchar –escribe Blair–. Eres el amo, ¿quién sabe más que tú?" Luego viene la tercera etapa, la madurez: "La experiencia los lleva a volver a escuchar a los demás". El problema, dice el propio Blair, es que la mayoría no llegan.

Podríamos decir que el presidente Sánchez está ahora mismo de pleno en la segunda etapa. Tiene una tendencia natural a negar las malas noticias que le llegan y, en el caso español, juega con la ventaja de tener por delante a una derecha atrapada en el envoltorio autoritario, animada por "un ecosistema digital en el que no importa qué es bueno y qué es malo". Una colusión perfecta: "El nacionalpopulismo y la plana mayor de las tecnológicas liberándose de todo lo que les hace sombra", como dice Empoli.

La semana que termina es una síntesis de esta realidad. Por un lado se rompe definitivamente un tabú: el PP, a fin de conservar la presidencia del País Valenciano, se entrega con toda naturalidad a manos de Vox, y hace suyos los dos principios rectores de la extrema derecha: el negacionismo ecológico y el señalamiento de los inmigrantes como una amenaza para la patria. Y tengo la sensación de que, tal y como están las cosas, el PP si no quiere ser tragado por Abascal tendrá que buscar un líder que tenga discurso y emane una cierta autoridad. Si lo que Feijóo buscaba era reunificar a la derecha radicalizándola bajo la tutela del PP, lo ha hecho tan mal que ahora el riesgo es que la hegemonía la alcance Abascal, que el modelo (la extrema derecha genuina) se coma la copia.

Esta evolución de la derecha da espacio al presidente Sánchez para presentarse como referente de la democracia frente al autoritarismo, que es el discurso con el que se pasea por Europa. Pero las fisuras de la corrupción hace tiempo que lo debilitan, y con el ingreso en prisión de Ábalos, exministro y hombre de confianza del presidente y ahora presunto referente de una trama de delincuentes, no puede pasarse de puntillas. Resignarse al pasar de los días difícilmente puede llevar a un sitio que no sea el fracaso. De alguna forma, Sánchez tiene que armar una respuesta política que le permita recuperar la mayoría parlamentaria para hacer frente a esta deriva. Se está viendo estos días que la unidad democrática contra el autoritarismo ya no conjuga. El PP ya ha dado el paso. E incluso Junts coquetea con la nueva alianza reaccionaria. ¿Elecciones? El riesgo que supondrían es evidente. Pero cada día estamos más cerca de que sean inevitables. Y quién sabe, tal y como están los adversarios, si sería la única opción de salvación del presidente.

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