España y Latinoamérica: dispar inicio de clases

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En la empobrecida región mexicana de la sierra Taraumara de Chihuahua un grupo de niños juegan a baloncesto. Molidos de ellos estuvieron a punto de abandonar la escuela durante la pandemia por falta de recursos.

Antes de la pandemia solía preparar de manera mecánica el bocata de los niños para el cole. Así, sin mucha atención entre las prisas y somnolencia de la mañana, pero desde el pasado ciclo escolar lo hago con mucho esmero por el significado que tiene: Nuestros hijos han vuelto a clases presenciales por segundo año consecutivo en plena pandemia de covid.

Tiene mucho mérito, pues en el contexto mundial de pandemia, España fue de los pocos países que priorizó la apertura de escuelas. Del otro lado del Atlántico, en América Latina no ocurrió lo mismo. A excepción de Nicaragua y, aquellos que mantuvieron cierres acotados, como Costa Rica, Cuba y Uruguay, la mayoría de países latinoamericanos no tuvo clases presenciales durante todo el ciclo escolar de 2020- 2021. Lo más triste fue que, según la UNESCO, los niños latinoamericanos fueron los quienes más días de clases presenciales perdieron, un total de 271 días, comparado con los 167 días en Medio Oriente y África del Norte; los 116 de África subsahariana, los 107 de Asia y los 92 que se perdieron en Europa.

Este mes de septiembre al fin Latinoamérica regreso a las aulas, pero aún con formatos híbridos entre presencial y virtual. En México por ejemplo, ya que finalmente se determinó que la educación era una actividad esencial, porque durante el ciclo pasado escolar no se consideró así, de los 24 millones 611 mil que se esperaban, sólo regresó el 51. 4 por ciento de alumnos, el resto decidió de manera voluntaria seguir las clases en línea y, otro tanto, que está por valorar, abandonó la escuela o no se sabe dónde están. 

Este verano estuve unas semanas en México, los niños y adolescentes cumplieron 17 meses sin ir a la escuela. Casi año y medio. Si para un adulto eso es una barbaridad de tiempo, imaginemos lo que significó para un niño. Qué hubiéramos hecho en este lado del mediterráneo sin nuestros hijos en las aulas por un período tan largo. Es algo impensable.

Al llegar, pensé que me encontraría con padres enfurecidos con la situación pidiendo regresar a clases y niños subiendo por las paredes. Lo curioso fue que no. Percibí aún mucho miedo y desconfianza sobre el regreso y si éste sería seguro en el nuevo contexto de la variante Delta. Tanto, que algunos me aseguraban que no enviarían a su hijos, aunque hubiese semáforo verde.

Alumnos de la Escuela Telesecundaria 51, en Guanajuato, México, vuelven a clase después de casi un año y medio sin estudiar presencialmente.

Cuando les contaba nuestra experiencia en España, de cómo los protocolos funcionaron y que la incidencia de contagio fue muy baja: Estudiantes 0.26 % y profesores 0, 161 % comprobando que la escuela era segura tal como ya lo habían advertido estudios realizados en otros países europeos que mantuvieron las escuelas abiertas; lo veían como algo que no podría ocurrir en México por las enormes desigualdades sociales y sanitarias. Es parcialmente cierto, digo parcial, porque el latinoamericano, por lo menos el mexicano, minimiza su capacidad organizativa. Fue llamativo ver como los protocolos anti covid en el sector turístico, ocio y restauración son ejemplares incluso exagerados. No se escatiman recursos. Casi en todos los sitios hay una persona encargada de tomar la temperatura y poner el gel para que ninguno se cuele sin hacerlo y, si te descuidas, te pueden rociar todo el cuerpo con desinfectante en spray. El uso de mascarilla nunca fue obligatorio, pero es raro ver a alguien sin ella. La población misma se impuso el autocuidado, como en su momento el auto confinamiento, porque tampoco fue obligatorio. La organización para llevar clases virtuales durante todo un año, así como la elaboración en tiempo record de programas de televisión con el contenido escolar para las zonas que no tienen internet, pero que la tele nunca falla, tiene su épica. Por eso salta la duda: ¿Realmente no podía la escuela empezar antes de manera presencial si otros sectores ya funcionan con eficacia y seguridad?

En la región más desigual del mundo la educación no fue una prioridad para los gobiernos, pero ¿ y en la sociedad? Quizá las clases desfavorecidas no valoran a la educación porque no es garantía de movilidad social y se suma la sensación generalizada de vulnerabilidad por la deficiencia de los sistemas de salud y educativos, la cual se transmite en falta de confianza.

Una profesora del sistema público me comentaba la dificultad con la que inician clases: Revisar y reparar daños causados por saqueo de planteles o el reciente terremoto, recuperar a los alumnos desertores, si era necesario, ir a buscarlos a sus casas y atender las exigencias de algunos padres que desean que sus hijos de primaria y secundaria continúen en línea, pero no hay internet en los planteles y a duras penas gel y mascarilla. Otra directora de una escuela privada me explicaba: “No nos faltan recursos, pero los papas tienen miedo y había pocos niños para comenzar. Vamos a esperar cómo les va a las otras escuelas e iremos abriendo de manera escalonada, por lo pronto seguiremos de forma virtual, otras ya están de forma híbrida”.

Personalmente me da angustia saber lo que están perdiendo millones de niños y jóvenes, entre ellos mis sobrinos, hijos de amigos y conocidos. Cierto que la confianza no se adquiere experimentando en cabeza ajena, nosotros la adquirimos a partir de vivirla. Enviamos a los niños a la escuela convencidos que era lo mejor para todos y fue muy emocionante ver la magnífica implicación de profesores, instituciones, alumnos, padres, madres y comunidad educativa en general. Hemos de ser consientes de este valor y aprovecharlo para los retos educativos por venir que incluyen la mejora de la pedagogía y la gestión de problemas emocionales que la pandemia ha magnificado.

Por lo pronto, esta mañana la ilusión de un nuevo curso y mi agradecimiento a la escuela pública catalana, ahí van las bocatas con mucho aguacatito, tomate y doble rebanada de pechuga de pavo. Me estoy pensando si agrego un poquito de chile para que los chamacos estén bien despiertos en clase.

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