Una imagen de una camarera en Barcelona.
27/12/2024
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The Economist ha declarado que España es la economía de los países de la OCDE que mejor lo ha hecho este año; también dijo hace poco que el gobierno de Pedro Sánchez ponía en peligro la democracia. Creo que es necesario matizar ambas afirmaciones.

Empezando por la segunda, lo que pone en peligro la democracia en España, y en las democracias occidentales, es la enorme polarización que existe, que no permite acuerdos sobre cuestiones básicas, y que lleva al bloqueo ya la demonización del adversario político. El caso de Corea del Sur, donde se ha llegado a un auto golpe de estado, es paradigmático, y la situación de enfrentamiento civil en Francia y EEUU es evidente. Tanto Sánchez como la oposición, como los propios miembros de su coalición de gobierno, son responsables.

En relación con la primera afirmación, The Economist se basa en cinco indicadores para declarar "Sangría time(sólo les faltaba mencionar los toros). El primero es el crecimiento del PIB real, que sobrepasará el 3%, y que compara favorablemente con motores económicos europeos como Alemania o Italia y los países avanzados en general. El segundo es la bolsa de valores, con un crecimiento del IBEX del 17%, aunque inferior al del mercado de valores de EE.UU. energía y productos primarios) con un moderado 2,4%. El cuarto es el cambio en el paro, en el que la reducción en España en 0,7 puntos sólo es superada por Italia, que reduce el doble. , España sigue siendo la campeona en tasa de paro de la OCDE con cerca del 12% El quinto es la disciplina fiscal medida según el déficit primario (es decir, sin contar el pago) de intereses de la deuda) que queda en 0,6% del PIB, inferior a muchos países de la OCDE, pero Portugal y Grecia han logrado un excedente de más del 2%.

Es cierto que la coyuntura ha favorecido a España.The Economist la fuerte inmigración y el buen comportamiento del mercado de trabajo aumentan "mecánicamente" el PIB. Hay más elementos favorables como la evolución de la balanza de pagos con saldo positivo de más del 6% del PIB, sobre todo por el turismo pero también otros servicios, y la reducción de la deuda neta exterior por debajo del 50% del PIB (cuando estaba cerca del 100% en la crisis financiera). Pese a estas perspectivas, la deuda pública estará cerca del 100% del PIB en el horizonte de 2030 y el gasto en pensiones se proyecta en 2050 en más del 17% del PIB. Las compras de bonos españoles por parte de BCE han aportado estabilidad a la deuda, y las ayudas europeas por la cóvida y los programas de recuperación han inyectado mucho dinero al sistema. La economía española tiene una red de seguridad muy importante.

Sin embargo, la percepción de buena parte de la población es que la economía no va tan bien. La razón principal es que la renta per cápita está estancada en relación a la UE. El PIB per cápita de España estaba cerca del nivel de la Unión Europea (UE) en 2000 mientras que en 2022 estaba por debajo del 90%. Y Cataluña que estaba por encima, cerca del 120%, pasa a estar justo por debajo del nivel de la UE en 2022. Detrás de esta evolución hay un bajo crecimiento de la productividad en España que ha hecho que el PIB por hora trabajada se aleje de la UE.

El modelo económico español se basa en buena parte en sectores de bajo valor añadido, productividad e intensivos en mano de obra, en los que destaca el turismo, y que necesita un importante flujo de inmigrantes. Esto mantiene productividad y bajos salarios con capital humano poco cualificado. También existe un sector de productividad alta, competitivo internacionalmente tanto en la provisión de bienes como de servicios. En la balanza exterior se ve cómo crecen también los servicios no asociados al turismo. Este modelo económico plantea tres problemas. Lo primero es que limita y tensiona el estado del bienestar. En efecto, y repitiendo lo que debería ser obvio, los recursos disponibles para dedicar al bienestar de los ciudadanos dependen directamente de los accesibles per cápita y no de los totales. La tentación es aumentar cada vez más la presión fiscal a los sectores más dinámicos para satisfacer las necesidades sociales pero manteniendo estancada la productividad y, de hecho, presionándola a la baja. El segundo es la vulnerabilidad por la gran dependencia del turismo. Ya vimos su fragilidad con la pandemia de la cóvido. La geopolítica, de momento, juega a nuestro favor, pero el peligro potencial está ahí. El tercero es que consume muchos recursos naturales y entra en contradicción con la tan proclamada transición verde.

Analistas diversos nos dicen que el modelo no es sostenible, pero de hecho puede serlo perfectamente, simplemente que España quedará instalada en la mediocridad.

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