"La esperanza es una disciplina"

Zohran Mamdani
07/11/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

Al historiador Yuval Noah Harari le preguntaron qué veía tras el cambio de denominación del departamento de Defensa por departamento de Guerra que Trump ha decretado en EE.UU. La respuesta, acompañada de una sonrisa traviesa, fue: "Es sencillo. No hace falta buscar explicaciones complicadas. Pasamos de la defensa a la guerra. ¿Qué podría ser más fácil de entender?" Guerra significa guerra. Es la política del miedo, de la agresividad, de la fuerza como ley del nuevo desorden mundial. Del nacionalismo agresivo.

Y, mira por dónde, los electores de Nueva York han empezado a sublevarse contra esta brutalidad explícita. Han elegido a alguien que toque con los pies en el suelo y les resuelva sus problemas concretos. Hasta ahora, y perdóname el fácil juego de palabras, los estadounidenses han ido trampeando la nueva era del populismo ultra desatado por su sheriff presidente. Con su sentido práctico, la buena gente de ese país –digamos la mayoría silenciosa– había decidido sobrevivir al huracán ideológico y sus consecuencias prácticas tratando de surfear la ola autoritaria. Es lo que típicamente hace la clase media: yo me salgo, voy haciendo. Mi daño no quiere ruido. Prefiero no saber mucho, todo es tan feo. Ya tengo suficiente con mi pequeño entorno seguro. Pero ahora, de repente, Zohran Mamdani ha despertado el orgullo de los neoyorquinos: sobre todo de los afroamericanos e hispanos (los inmigrantes señalados por Trump), de la gente que no tiene piso en propiedad, de quienes utilizan el transporte público, de los jóvenes sin perspectivas de progreso...

Todos ellos Han visto por fin cómo surgía una alternativa. Está por ver si cuaja o cómo cuaja, si se esparce más allá de Nueva York. No está claro hacia dónde tirará el Partido Demócrata: los otros candidatos suyos que han ganado en Virginia y Nueva Jersey tienen un talante más centrista, empapado, todavía, de un digamos neoliberalismo progresista. Mamdami es quien ha sacudido el panorama: es un inmigrante musulmán que se declara demócrata y socialista, es decir, socialdemócrata. En EEUU, creer en el igualitarismo –al hacer que la riqueza llegue a todos– suena muy fuerte, como de extrema izquierda. Es un señor joven que, sin renegar de la iniciativa privada, defiende al sector público. Lo dice a cara descubierta. Apuesta por la cooperación, la convivencia entre distintos. Ante un trumpismo que busca culpables y enemigos debajo de las piedras, esto es directamente revolucionario.

¿Empezamos a superar la fase del "catastrofismo paralizador" descrito y combatido desde el ambientalismo por la filósofa belga Isabelle Stengers? Quizás. Como ve el economista francés Thomas Piketty, la batalla ideológica está servida: ultranacionalismo contra igualitarismo. Alguien ha decidido subir a la tarima y ha salido triunfador de la primera puesta en escena. Es una victoria moral y factual. A los nacionalpopulistas autoritarios que habían cogido la bandera antiestablishment les ha crecido un rival que se pone al frente de la insurrección contra quienes Giuliano da Empoli califica de "depredadores" privilegiados. Y lo hace con un discurso igualmente sencillo y diáfano, usando también las redes sociales con la misma habilidad. Mamdani utiliza las armas comunicativas de Trump, pero en lugar de proclamar la guerra y la ira para hacer MAGA (Make America Great Again), promete paz, justicia distributiva y esperanza para una ciudad acogedora y justa.

Hace unos días, conversando con la pensadora Yayo Herrero ante un auditorio atento de formadores en el ocio, ella citaba a la estadounidense Angela Davis: "La esperanza es una disciplina". Hay que estar abiertos a la posibilidad de que pase lo mejor, que no ocurrirá si no hay una "esperanza activa". Esto es lo que ha activado Mamdani en EEUU. Estaría bien poder empezar a dejar atrás la frustración y el fatalismo. Trump y compañía no lo van a poner fácil. Costará, por ejemplo, que salgan buenas noticias de la Conferencia sobre el Cambio Climático de Brasil que ahora comienza. Sin embargo, la tensa espera de alguna hebra de luz transformadora parece que ha terminado. Sin que podamos dar ni mucho menos por superado el caos –globalmente seguimos al borde del precipicio climático y bélico–, ahora entramos, ojalá, en una pugna razonablemente esperanzadora.

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