Europa sin europeístas

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Meloni y Marine Le Pen en una imagen de archivo

En un libro de 2012 titulado Los enemigos íntimos de la democracia, el pensador Tzvetan Todorov escribía esto: “Vivir en una democracia sigue siendo preferible a la sumisión a un estado totalitario, una dictadura militar o un régimen feudal oscurantista. Pero la democracia, carcomida por sus enemigos íntimos, que ella misma engendra, ya no está a la altura de sus promesas. Estos enemigos parecen menos temibles que los de ayer, que le atacaban desde fuera: no prevén instaurar la dictadura del proletariado, no preparan un golpe de estado militar y no cometen atentados suicidas en aras de un dios despiadado. Dado que se disfrazan de valores democráticos, pueden pasar inadvertidos, pero no por eso dejan de ser un auténtico peligro. Si no les oponemos resistencia, algún día acabarán vaciando de contenido este régimen político, dejando a las personas despojadas y deshumanizadas”.

Doce años más tarde, el día sobre el que advertía Todorov parece haber llegado, o al menos encontrarse mucho más cerca, como lo indican las elecciones europeas de este próximo domingo. Seguramente en el pensador búlgaro nacionalizado francés, un gran europeísta, la alarmaría descubrir que no sólo los enemigos actuales de la democracia se presentan, en efecto, como demócratas, sino que se presentan como los verdaderos demócratas, dispuestos a detener toda una serie de peligros extremadamente graves que ellos mismos generan (o, a menudo, inventan, mediante su inagotable capacidad para la demagogia y el relato falso). Y mucho más grave aún que eso: el resultado de que los antidemócratas vayan mordisqueando las instituciones democráticas desde dentro es que la democracia deja de ser vista por mucha gente como un bien común a proteger. En el artículo de Carme Colomina en este diario puede leer cómo el apoyo constante a la democracia va a la baja en muchos estados de la Unión Europea. La presencia de los euroescépticos (es decir: ultraderechistas, populistas e iliberales) es ya muy grande en el Parlamento Europeo, y tras las elecciones del domingo existe el temor de que puedan llegar a ser la segunda fuerza. Con una participación que puede preverse muy baja en muchos estados –como el español–, no es difícil prever un panorama de repliegue e involución, de acuerdo con la tendencia general en Occidente.

Contrariamente a aquellos que (a menudo desde las izquierdas múltiples, o desde el independentismo catalán) se quejan de que Europa no nos sirve para nada, hay que recordar siempre que el hecho de pertenecer a la Unión Europea nos ha protegido durante muchos años de la ultraderecha nacionalista española y sus tradicionales tentaciones totalitarias. En noviembre, entrevistado por Esther Vera, el historiador y periodista Timothy Garton Ash (autor de un ensayo bien recomendable titulado, justamente, Europa) advertía que la Unión Europea tal y como la conocemos puede desaparecer con más facilidad de lo que seguramente nos imaginamos. La primera pasa por impedirlo es hacer el gesto europeísta de ir a votar, para intentar frenar que las instituciones europeas se llenen de antieuropeístas.

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