Europa, miedo y rearme

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Ursula von der Leyen en Riga, Letonia, el 15 de abril.

La razón de ser de la Unión Europea era crear un gran espacio de paz y libre comercio en el que siempre había habido un territorio de guerra. Una gran estructura supraestatal que evitara nuevas guerras mundiales, después de haber sufrido dos en veinte años de diferencia, y que asegurara una prosperidad económica que, se sobreentiende, fuese acompañada de avances sociales en materia de derechos y libertades ciudadanas, y políticas comunes en cuestiones estratégicas: agricultura y medio ambiente, las principales.

Hoy en día, la Unión Europea se encuentra lejos de ocupar el lugar que se supone que le corresponde como gran potencia, mientras llama al rearme y llega por primera vez a aprobar una normativa sobre migración que en varios aspectos (pagar terceros países para que gestionen fronteras y movimientos migratorios, por ejemplo) no significa más que una reincidencia en las peores políticas europeas conocidas hasta ahora. Se explica, este retroceso, por la necesidad de hacer equilibrismos entre la presión de los estados y la de una extrema derecha que en las próximas elecciones europeas, que se celebrarán en poco más de mes y medio, obtendrá una presencia mucho más amplia en el Parlamento y en las instituciones europeas.

El rearme es la respuesta (Macron, Von der Leyen, Michel) a las guerras en curso: la guerra de Rusia contra Ucrania, y el genocidio que el gobierno de Israel tiene en curso contra la población palestina, convierten el Próximo Oriente, y todo Occidente, en un enorme polvorín a punto de explotar, con consecuencias que realmente nadie es capaz de prever, en un mundo en el que la inteligencia artificial ya permite construir armas autónomas (y los que son capaces de ello) prefieren no dar a conocer estas previsiones). Ya se ve, en cualquier caso, que agrandar los arsenales no es la respuesta adecuada para volver a acercarse a los objetivos fundacionales de la UE.

Una Europa rearmada y con una fuerte influencia de la extrema derecha en sus instituciones y órganos de gobierno puede acabar llevando a convertir lo que se supone que es el baluarte de la democracia (de la socialdemocracia, si lo prefiere) en otro elemento de desestabilización. Es extraño (especialmente desde los Països Catalans) reconocer que casi la única autoridad de nivel mundial que ha confrontado abiertamente la guerra de Netanyahu y su gobierno contra Gaza ha sido Josep Borrell, pero es así. Como también es de justicia reconocer que Pedro Sánchez es audaz defendiendo, igual de abiertamente, la creación del estado palestino como solución no sólo de justicia para los palestinos sino también de pacificación de Oriente Próximo.

Como afirma Eugeni García Gascón en su artículo, un avance significativo en la cuestión palestina sería la única respuesta positiva para las tensiones en la zona, también en la escalada entre Israel e Irán. Sin embargo, Europa sigue en su rincón, atemorizada. Rearmándose para lo peor.

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