Pacto Migratorio

Europa naufraga con la inmigración

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
14/11/2025
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2 min

La Unión Europea se prepara para la puesta en funcionamiento de su Pacto Migratorio y lo primero que hace —como puede leer en la crónica de Gerard Fageda en este diario— es activar la llamada "herramienta de solidaridad de la UE", para que los estados que reciben menos inmigración puedan ayudar —si quieren— a los estados que reciben más: ya sea acogiendo a una parte de la población inmigrada, ya sea aportando fondos, ya sea aportando cuerpos armados y otros refuerzos de seguridad fronteriza. A tal efecto, la Comisión Europea ha elaborado por el momento una lista de estados miembros que considera "bajo presión migratoria", y que por lo tanto son merecedores de la ayuda de los demás estados, porque sufren "llegadas desproporcionadas" de inmigrantes. Se trata de estados como Italia, España, Chipre o Grecia. Los estados que tienen menos llegada de inmigrantes, y que por lo tanto deberían ayudar a los primeros (como los del bloque de los nórdicos, o los del este), no quieren ni oír hablar del tema. Ya impidieron que la herramienta de solidaridad fuera de aplicación obligatoria, y es razonable dudar de que se aplique si tienen que hacerlo de forma voluntaria.

En definitiva, se trata de la oposición, tan vieja, entre el norte y el sur. Los estados que según la UE se encuentran "bajo presión migratoria" son los que no hace tanto tiempo eran conocidos como los PIGS, una denominación profundamente peyorativa que hacía un acróstico con las iniciales en inglés de los países a los que se refería como "cerdos": Portugal, Italy, Greece, Spain. El predicamento de los discursos xenófobos, supremacistas y antiinmigración en países con muy bajos índices de inmigración —como los que se encontraban en el lado comunista del Telón de Acero durante la Guerra Fría— es un fenómeno que viene de atrás y que demuestra que estos discursos de odio no son solo reactivos: también pueden ser propositivos. No aparecen solo como reacción a la llegada más o menos numerosa de inmigrantes, sino que también pueden producirse sin que exista una gran afluencia inmigratoria. Porque lo que hace prosperar estos discursos no son los "problemas" que genera la inmigración, sino el miedo y la aporofobia. Miedo, racismo y asco de los pobres. Estos son los verdaderos combustibles de estos discursos incendiarios.

Que son precisamente los discursos sobre los que Europa ha construido su temerosa, reaccionaria e hipócrita política en materia de inmigración. Repartirse la inmigración como quien se tiene que repartir la roña, y a ese planteamiento llamarlo "solidaridad", al tiempo que Meloni renueva el acuerdo con Libia para seguir pagando a este país para hacer el trabajo sucio en la vigilancia marítima (básicamente, ametrallar y hundir pateras llenas de personas indefensas), es caer en todos los tópicos de la ultraderecha que antes representaban Hungría, Polonia o Bielorrusia, pero que han acabado contaminando a buena parte de los centros de decisión de la Unión Europea y de sus estados miembros, empezando por los más fuertes. Una Europa de población envejecida, necesitada como nunca de inmigrantes pero encogida por las soflamas de las extremas derechas. Un mal augurio.

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