La felicidad no depende del código postal

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Playa en Sitges, el Garraf

1. El pasado miércoles, mientras estaba en la silla de la dentista y esperaba que la anestesia me surtiera efecto, me vibró el móvil que llevaba en el bolsillo. Una amiga, que es la auténtica joie de vivre, me comunicaba que era el Día Internacional de la Felicidad y me proponía un juego. Que hiciéramos un inventario, ahora tú-ahora yo, de las cosas que nos hacen felices. Empezó echando ella. La salud, dijo. Amar y ser amado. No aguantar imbéciles por obligación. Cuando me tocaba echar a mí, entró la dentista, guardé el móvil, abrí la boca y contraje el culo, que a veces da más efecto que la anestesia. Cuando pude hablar, añadí a la doctora al juego. "Contemplar el mar", dijo.

2. Una encuesta, publicada el mismo día, decía que Catalunya colaba a tres municipios entre las 35 poblaciones más felices de España. Son, por ese orden, Sitges, Salou y Cadaqués. Son tres lugares muy diferentes, de talante, de construcción y de tipos de gente que vive, pero que tienen un punto de intersección: son tres ventanas en el Mediterráneo. Quizás sí que contemplar el mar, caminar descalzo por la playa o la salobre del ambiente ayudan a pacificar el alma. Y es que la encuesta –hecha por Azucarera y, por tanto, con un margen de error que dependerá de la dulzura de las mil personas sondeadas– considera que de las diez ciudades más felices de España, nueve tocan en el mar. Son, por este orden, Ronda –que es la única que no tiene cuesta–, Nerja, Chipiona, Tarifa, Peñíscola, Santillana del Mar, San Vicente de la Barquera, Sanchencho, Ribadesella y Zahara de los Atunes. Algún hilo invisible debe haber que cuse la relación entre vivir a orillas del mar y la percepción de bienestar del alma. Sin embargo, no parece que la felicidad tenga que depender del código postal donde nos ha tocado vivir sino de la actitud vital de cada uno y de cómo gestionamos las emociones, las frustraciones y las expectativas. Y de la suerte. Hoy, en la otra punta del Mediterráneo, frente al mismo mar, en Gaza no están por felicidades, ni juegos, ni encuestas. Sobrevivir y llegar mañana es el único objetivo.

3.¿Definiciones de felicidad? Tantas cabezas tantos sombreros. Cada uno debe hacer la suya. En mi opinión, es la ausencia de miedo. Para otros será aprender a decir que no sin sentirse mal. Para Groucho Marx, "la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...". El filósofo Josep Maria Esquirol explica, en su último libro, que "la felicidad es un camino bien orientado para que las cosas funcionen". Eduard Punset, que reflexionó sobre todas las cosas, y también sobre la felicidad, e incluso publicó un par de libros, consideraba que “la felicidad está en la sala de espera de la felicidad”. Se dio cuenta observando a su perro, que estaba más contento cuando le estaban preparando el cuenco de carne que cuando comía. El gobierno de Pere Aragonès, antes de convocar las elecciones, cuantificó la felicidad de los catalanes y, tras realizar 4.000 encuestas, salió un notable. Concretamente, un 6,9. Y, en el caso de los jubilados, la felicidad media alcanza los 7,2. España, por cierto, ha caído hasta el puesto 36 entre los países más felices del mundo. Y descendiendo, en la misma proporción que sube la extrema derecha.

4. Por cierto, dado que el calendario está demasiado apretado de días mundiales de todo tipo de causas, el Día Internacional de la Felicidad coincide con el Día de la Salud Bucodental. Parece una contradicción. Aprovechando que el azar quiso que me coincidieran las dos jornadas en la consulta del dentista, en la salida intenté dos cosas poco habituales en mí: me hice el simpático y pregunté si la visita era gratis o había algún descuento ... Con la misma media carcajada, la administrativa del mostrador me dijo que no, pero me regaló un cepillo de dientes de púas duras, ideal para mis encías.

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