El feminismo ha ido demasiado lejos

Manifestación de estudiantes universitarios y de secundaria el 8-M en Barcelona
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Esta opinión era la que suscribían un 32% de los catalanes según la encuesta de valores en la sociedad elaborada por el Centro de Estudios de Opinión (CEO) que se hizo pública hace un par de semanas, muy comentada. El resultado de esta respuesta genera necesariamente nuevas preguntas, y una de las primeras es qué significa “demasiado lejos”. Entre otras cosas, “demasiado lejos” significa sentirse cuestionado. "Demasiado lejos" significa tener la sensación de tener que preguntarse si uno, o una, está haciendo algo mal. “Demasiado lejos” es la idea, tan bien aprovechada por la derecha, de estar asistiendo al desarrollo de una idea dogmática, que polariza los debates y acorrala a los individuos en posiciones incómodas, en las que se sienten perseguidos. De ahí surgen casos célebres de los últimos meses, como el del ya expresidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, el ya exfutbolista Dani Alves o los ya excolumnistas del diario El País Fernando Savater y Félix de Azúa.

El hecho de que dichos personajes sean ex en sus distinguidas categorías profesionales puede dar a entender que el feminismo, efectivamente, posee una poderosa fuerza coercitiva, capaz de hacer caer las torres más altas. Sería una percepción errónea, porque justamente lo que es noticia es que nombres destacados en posiciones tenidas por intocables se vean, finalmente, tocados y debiendo asumir responsabilidades. Dónde se ha visto que un presidente del fútbol español tenga que dimitir, e ir a juicio, por una simple demostración de alegría. Dónde se ha visto que el testimonio de una desconocida en una noche de fiesta acabe con la carrera de un referente en activo del fútbol de alta competición. Cómo puede tolerarse que intelectuales progresistas (subrayamos “intelectuales” y subrayamos “progresistas”) tengan que ceder el paso al que ellos mismos describieron como “el régimen de terror que mantienen dentro de la redacción las feministas radicales de El País".

Son ejemplos no elegidos al azar, porque muestran perfectamente que el feminismo no solo no ha ido demasiado lejos, sino que apenas ha empezado a hacerse notar. No ha hecho más que empezar, y eso es lo que causa, en un 32% de los encuestados, inseguridad y temor. Los avances importantes en los derechos de las personas siempre causan temor, sobre todo cuando se ve que pueden afectar a las élites. Si ha ocurrido esto con Dani Alves o con Savater, se preguntan algunos, qué no será de nosotros, que no somos nadie. Que no hemos hecho nada malo.

Demasiado lejos significa cuestionar. Quiere decir volver a preguntar, recordar que es erróneo dar la vida por sabida. Como en todo movimiento que remueve estructuras sociales, naturalmente que existen en el feminismo contradicciones, gesticulaciones, sobreinterpretaciones, imposturas. Pero sostener, a día de hoy, que el feminismo ha ido demasiado lejos es equivalente a rechazar que los pacientes puedan hablar en catalán con los médicos. O a cuestionar a un candidato por su color de piel. Es la expresión de un miedo y de un prejuicio, dos de las cosas más devastadoras que conocemos los humanos.

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