2 min
Estado del interior de la casa rural Mas Corbella después de la fiesta.

Los protagonistas del vídeo van en pantalón de piscina, sin camiseta, y con una copa en la mano. En este caso están en la azotea de un edificio de la Rambla. Llaman e increpan a los yendo y venideros y se piensa que podrían acabar haciendo balconing sobre adoquín. Han alquilado un piso oscurísimo, sin ventilación, pero, eso, sí, en la yema del huevo y con azotea. Una vez, buscando casa vi a uno. Los inversores se sorprendieron y no creyeron que yo quisiera vivirlo. Era un piso de cuando la luz no era un lujo. Estos chicos, quizás esta noche ya no están vivos. No puedo decir –me sabe mal– que me sepa mal.

En Can Castanyola, la masía rural de Sant Cristòfol, donde vivimos, ocurre lo mismo. Los seres, guiris en todo su esplendor, o semiautóctonos con ganas de piscina, alquilan la casa para una fiesta. Todo el mundo tiene derecho a una fiesta, pero no todo el mundo debería tener derecho a alquilar a diferentes seres su casa para fiestas continuadas. Claro que es legal poner a Shakira a todo trapo durante el día. Claro que es legal gritar, zambullirse, andar borracho por los campos sembrados, hacer pipí en los árboles durante el día. Pero no es moral. Viéndolos, sólo podemos desear, los vecinos, que Darwin tenga razón y la evolución de las especias sea un hecho. Si es así, no llegarán a mañana.

Los dueños de las casas alquiladas, naturalmente, están en Mallorca, en el Empordà, en Suiza o en Baden-Baden. Disfrutan de la pérgola y la tumbona, del canto de los pájaros y del susurro de la criada, gracias al dinero que cobran de los alquileres a la guirior. Cuantas más fiestas permitan, más lejos serán de las fiestas.

stats