¿El final del dinero en efectivo?

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Sociólogos y economistas hace meses que analizamos los cambios de hábitos que se han producido en el mundo a raíz de las medidas de contención social de la pandemia. Hay un amplio consenso en la aceleración de la digitalización, pero a menudo pensamos que nos estamos refiriendo solo a las compras online y a las reuniones digitales. Y hay otro aspecto al cual no se ha dado tanta importancia: la aceleración del abandono del dinero en efectivo. Tanto para evitar el contacto con dinero físico, que pasan por muchas manos y hemos visto como eventuales portadores del virus, como porque pasábamos mucho menos por las oficinas bancarias, los comercios decidieron bajar el importe mínimo de compra con tarjeta -que ha pasado a desaparecer- y los bancos subieron el importe a partir del cual se tiene que teclear el código secreto de las tarjetas.

Como resultado, hemos experimentado la ventaja de pagar importes de un euro, como por ejemplo el pan, sin dar ninguna moneda ni poner el PIN. Presentas la tarjeta y listos. ¿Para qué llevar efectivo encima? A mucha gente le está pasando que saca dinero por si acaso y pasan uno o dos meses y aquellos dos o tres billetes permanecen intactos en el monedero. Este cambio, sin duda, será un paso adelante en un proyecto que hace tiempo que la UE quiere impulsar, y que es la desaparición del dinero en efectivo. El principal objetivo, claro, no es la comodidad del consumidor, sino el control absoluto del dinero y la fiscalización traída a los límites máximos. Se trata de que ningún ingreso quede sin registrar y que, de este modo, se pueda acabar con la economía sumergida, que representa una parte demasiado grande de algunas economías del sur de Europa, como por ejemplo España, Italia y Portugal.

Hace un tiempo, si nos hubieran dicho que podríamos pasar meses comprando y pagando sin tocar una moneda o billete nos habría parecido imposible. Ahora se nos empieza a hacer extraño y anticuado el tacto y el uso de los billetes.

Siempre he defendido el derecho a la intimidad financiera, que no se sepa qué haces con el dinero. Pero la eficiencia y los usos y costumbres pueden acabar con este derecho. La carrera hacia el final del efectivo se ha acelerado. Y de verdad.

Fernando Trias de Bes es escritor y economista.

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