Financiación en tiempo de ensuciamiento

El líder del PP, Alberto Nuñez Feijóo, este viernes en Barcelona
13/07/2025
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Tras soltar en el Congreso una bomba fétida sobre prostíbulos y el difunto suegro de Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo hizo paro en Barcelona para prometer financiación para Catalunya. Lo hacía mientras el gobierno de España y ERC continuaban las negociaciones sobre esta misma materia y aparecía en pantalla la posibilidad (luego desmentida desde Junts) de un encuentro entre el susodicho Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. La propuesta de Feijóo sobre la financiación de Catalunya no contenía estudios de balanzas fiscales, ni siquiera anuncios de lluvias de millones. Solo una propuesta en estado gaseoso que el propio Feijóo imaginaba concretándose "en una mesa" y no "en una sala". La mesa imaginaria de Feijóo tenía una connotación positiva, de negociación transparente y leal en España. La sala, en cambio, funcionaba como referencia oscura, porque remitía a la sala donde se tomaron la foto Puigdemont y Santos Cerdán el día de su primer encuentro, que de hecho no se produjo para negociar la financiación sino la amnistía. Da igual, porque después todo va a parar al epígrafe "cosas que piden los catalanes", reivindicaciones y negociaciones que son trituradas y embadurnadas sin contemplaciones en los medios de comunicación y en las redes del periodismo basura, hasta convertirlas en una masa amorfa e ilegible.

Que Santos Cerdán fuese el negociador de la amnistía es munición para la demagogia de la derecha nacionalista. Por otra parte, incluso en un pleno extraordinario como el de la semana pasada, al que Pedro Sánchez se presentaba acorralado, todavía Feijóo y el PP se extraviaron en este tipo de trumpismo enfermo que se dedica a remover heces en torno a la familia, directa o política, del presidente español. Como si la excavación o la invención de basura fuera por sí misma un argumento político o una propuesta de gobierno. En cuanto a Abascal y los suyos, aparte de insultar, gritar y hacer imposible el debate, acabaron repitiendo el numerito de levantarse y salir del hemiciclo. Seguramente ya es tarde para el parlamentarismo español, pero las medidas punitivas contra los comportamientos inaceptables en la cámara son, cada día más, una necesidad perentoria.

Las negociaciones de la financiación, sin embargo, siguen desprendiendo la sensación de conducir a un lugar distinto al que dicen cada una de las partes: no es (no puede ser) una declaración de soberanía fiscal y financiera como pretende ERC; tampoco es (ni puede ser) un sistema aplicable a todas las comunidades autónomas como quiere suponer el PSOE, y por tanto tampoco es (ni puede ser) una simple ronda de café para todo el mundo como denuncian desde Junts. ¿Qué es entonces? Seguramente un acuerdo imposible de cerrar de forma razonable en un contexto de crispación y ensuciamiento máximos de la política. El último barómetro del CIS sólo es favorable, precisamente, a Vox, una mala noticia en la que todo el mundo puede buscar su parte de culpa, pero en la que el PP tiene, de largo, más que nadie. Si esta tendencia va a más, el tiempo de la política basura no habrá hecho más que empezar.

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