¿Francisco Franco? ¡Ernest Lluch!
Esta semana vivimos el recuerdo de la muerte de dos personas que han sido importantes en la historia, tanto en Catalunya como en España. El día 20 de noviembre se han cumplido 50 años de la muerte de Francisco Franco, y, casualmente, el día 21 se cumplen 25 de la de Ernest Lluch. El primero murió en la cama, acompañado, después de un largo mes de problemas cardíacos y de una dura agonía final. El segundo murió solo en un parking, asesinado por un comando de ETA. Esta gran diferencia es una de las contradicciones, pero no es a eso a lo que quiero referirme, sino que quiero reflexionar sobre algunos aspectos que derivan de esta coincidencia.
1. Conmemoración, no celebración. Que se cumpla un cierto número redondo de años de la muerte de alguien es un buen motivo para recordar su personalidad y sus actividades. Pero no se puede confundir recuerdo con celebración, ya que no todo lo que ha habido en torno a cada persona y sus actividades puede ser descrito como positivo, y puede haber muchas críticas. Los actos o escritos que se hagan deben tener en cuenta una doble dimensión, positiva y negativa. Yo tengo que confesar que en la valoración que hago de Franco abundan de forma intensa muchos aspectos negativos, y en el caso de Lluch es a la inversa.
2. La muerte de Franco y la Transición. En 1975, el deceso del dictador hizo desaparecer una barrera y permitió iniciar un largo proceso de cambios muy positivos para España y para Catalunya, que nos trajeron, entre otras cosas, la democracia, el crecimiento económico, el estado del bienestar y la entrada en Europa. Nunca deseé su muerte, y mucho menos su sufrimiento, pero me hubiera gustado que la barrera que él significaba hubiera desaparecido mucho antes por voluntad propia, o por decisión política de quienes apoyaban a aquellos gobiernos. En esos momentos fue una buena noticia que la mayoría de ciudadanos supimos aprovechar.
Estos días de conmemoración de los 50 años tenemos que ser prudentes a la hora de recordar muchas de las actividades de los tiempos de dictadura. Se tienen que evitar las descripciones excesivamente inclinadas hacia la aprobación o la crítica. De manera muy especial, creo que no hay que traspasar, a las personas jóvenes que no conocieron aquella etapa, imágenes que deformen la realidad a través de descripciones exageradamente positivas. Veo que algunos partidos políticos de la derecha, algunas redes sociales y algunos medios de comunicación están dando una información voluntariamente deformada de lo que era el país en los años de la dictadura franquista. También puede ocurrir lo mismo en el sentido contrario, lo que considero mucho más razonable y que no encuentro tan a menudo. Veo con gusto algunas decisiones políticas que se están tomando estos días y que van en la línea de complementar a la Transición, que en cierto momento quedó interrumpida. En resumen, esta muerte, como cualquier otra, nunca puede ser deseable, pero en este caso fue bienvenida por una gran mayoría de personas.
3. La muerte de Lluch y su fundación. La de Ernest Lluch fue una muerte, en el 2000, inesperada para todos y que produjo, sobre todo en Catalunya, un fuerte impacto. En 2002 se creó una fundación con su nombre, y en 2013 los fundadores me pidieron que fuera presidente. Lo acepté con gusto, puesto que ambos habíamos sido ministros en el gobierno español y teníamos una buena relación personal. No extrañará, pues, que en este segundo caso me sea muy difícil encontrar aspectos negativos en la persona o sus actividades, tanto como profesor como en su condición de político. Lo que de verdad tiene un carácter negativo y que es necesario criticar con toda la fuerza es precisamente su asesinato.
Los actos relacionados con la conmemoración de los 25 años que se están haciendo estos días, algunos organizados por la Fundación pero otros por otros muchos organismos, quieren tener un carácter de recuerdo y de agradecimiento a su persona, pero también de rechazo a quienes decidieron y provocaron su muerte.
La Fundación ha buscado, y seguirá buscando, recoger y difundir todo el legado intelectual que Ernest nos dejó. Hasta la fecha ha organizado más de 600 actos públicos, muchos en colaboración con entidades con las que él trabajó, y en lugares donde desarrolló su labor (Barcelona, Valencia, Madrid, Santander, Zaragoza, Vilassar y un gran número de ciudades catalanas), procurando centrarse en temas que destaco con dos frases que retratan la personalidad de él: a) La democracia y la economía como fuentes de la convivencia pacífica, y el bienestar como objetivo final de las personas, y b) La salud personal y la revisión de la sanidad universal y gratuita, para adaptarla a los nuevos tiempos del siglo XX. La metodología de los actos que hemos hecho y que intensificamos estos días es el diálogo, es decir, la conversación de dos o más personas intercambiando ideas sobre un tema concreto para contrastar criterios y llegar a puntos de coincidencia. El diálogo era una de las obsesiones de Ernest Lluch. Y no hace falta explicar que su insistencia en aplicar este método con la gente de ETA está en el origen de su desgraciada muerte.