Entre el fuego enemigo y el amigo

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Logo de Tv3.

Quizás aprovechando la larga interinidad gubernamental y el silencio discursivo de unos partidos independentistas absorbidos (¡esperémoslo!) por la negociación de la investidura, varias facciones del unionismo han retomado la ofensiva contra los medios de comunicación públicos de Catalunya. Esta había sido, en los últimos años, la gran especialidad de Ciudadanos, y con mucha lógica ahora los dos herederos político-electorales del partido naranja, Vox y el PSC, le han cogido el relevo. 

Los ultraderechistas de Ignacio Garriga lo hicieron el pasado día 9 en sede parlamentaria, con su clásica mezcla de falsedades y amenazas de matones de discoteca pija. “TV3 es la responsable de que se tiren piedras a miembros de Vox y de que tengan que llevar escolta”, porque los medios de la CCMA los “satanizan”, “difaman y mienten” sobre ellos, e instigan a las masas a agredirlos (se ve que la audiencia de esos medios en Vallecas es tremenda...). En respuesta, Garriga anunció una “gran ofensiva fiscalizadora” y querellas a discreción contra Catalunya Ràdio y TV3. “Se ha acabado la paz para los totalitarios”, concluyó sin ponerse rojo.

Los socialistas, por su parte, no se han querido quedar atrás, y -fuertes del modelo mundialmente aclamado de independencia política que ha representado RTVE bajo sus gobiernos- anuncian una propuesta para “refundar” TV3, al mismo tiempo que denuncian la “deriva de los medios de comunicación públicos” (¡los catalanes, eh!), su “falta de pluralidad”, el trato que recibe en ellos el PSC, y también reclaman el cese del jefe de informativos de la cadena, David Bassa. Simultáneamente, opinadores con más carné que criterio se enzarzan en grotescas analogías entre TV3 y la Fox News americana. Es eso tan viejo de señalar antes de abatir.

De hecho, el sector españolista y más sectario del PSC hace al menos una quincena de años que tiene declarada la guerra a los medios públicos catalanes. ¿Recuerdan esas ruidosas declaraciones del entonces diputado Joan Ferran, sobre la necesidad de “arrancar la costra nacionalista de TV3 y Catalunya Ràdio”? Pues esto pasaba en 2007, mientras no existía ningún Procés independentista y, encima, presidía la Generalitat un socialista. De hecho fue entonces cuando, en las dos emisoras, se realizaron determinados nombramientos y ciertas defenestraciones que favorecían objetivamente –y beneficiaron de manera flagrante– a la competencia privada; no en el campo de la televisión, porque la alternativa privada no cuajó, pero sí, y mucho, en el de la radio. Por suerte, en ese tiempo todavía existía dentro del PSC y del Govern una ala catalanista capaz de frenar las ansias destructivas de ciertos correligionarios. Ahora, ese freno ya no existe.

Ahora, el peligro es doble. Está, por un lado, la hostilidad desatada –¿cuál es la distancia exacta entre el “cerrar TV3” de Vox y el “refundar TV3” del PSC?– de todos aquellos individuos o grupos empecinados en creer que, sin los medios de la CCMA, no habría Procés y el independentismo estaría estancado en el 10-15% de los votos. Pero hay también otra amenaza: que los actuales responsables políticos de la televisión y de la radio públicas, ya sea por partidismo o por incompetencia, vayan descapitalizando de talento profesional a las emisoras bajo su responsabilidad y, de este modo, sigan engordando a algunos medios privados. La publicación, la pasada semana, de los datos del último EGM demuestra que –al menos, en el terreno de la radio– no se trata de un peligro imaginario.

No tengo la más mínimo duda de que los resultados espectaculares logrados por RAC1 (966.000 oyentes diarios) son mérito principalmente de sus periodistas, colaboradores, conductores y directivos, y les felicito cordialmente. Ahora, desde la perspectiva de quien cree necesarios unos medios públicos potentes (¿cómo era eso de las estructuras de estado?), es inquietante que la distancia entre la emisora del Grupo Godó y Catalunya Ràdio haya aumentado hasta más de 400.000 seguidores, dibujando una inédita ratio de casi 2 a 1, debido al hecho de que la audiencia de la emisora de la Generalitat no pasa de los 564.000 oyentes diarios.

Si comparamos los buques insignia, los programas estelares de los dos principales grupos radiofónicos (El món a RAC1 y El matí de Catalunya Ràdio), la ventaja del primero sobre el segundo –que en abril del 2020 era de 192.000 oyentes– es hoy de 338.000 oyentes; es decir, que ha crecido un 76% en solo doce meses. 

Pero centrémonos en la evolución estricta del programa matinal de Catalunya Ràdio. Hace un año, atraía diariamente a hasta 504.000 oyentes. El verano pasado, el espacio experimentó importantísimos cambios en su conducción, perfil de colaboradores, etcétera. Según el EGM de diciembre de 2020, El matí mantenía todavía 476.000 seguidores. Ahora, en abril de 2021, ha caído hasta los 405.000, prácticamente cien mil (un 20%) menos que un año atrás. A este ritmo, cuatro temporadas más y ni Vox, ni el PSC, ni Ciudadanos (en el supuesto de que todavía exista...), ni Societat Civil Catalana, ni Federalistes d'Esquerres, ni tutti quanti tendrán que denunciar una radio adoctrinadora y puesta al servicio del Procés, porque ya no la escuchará nadie.

Joan B. Culla es historiador

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