¿Hablar de Afganistán o no?

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La marina norteamericana  evacua personas del aeropuerto internacional de Kabul

Hace un tiempo, una amiga me dijo que el problema de la cantidad de información que tenemos a nuestro alcance es que nos crea la sensación de saber demasiado de todo, pero, a la vez, tendemos a no profundizar en los temas. Así, este verano hemos pasado de ser expertas en deportes olímpicos a hablar de Afganistán como si fuera parte de nuestra cotidianidad. Defiendo (por supuesto) la libertad de expresión, pero también me parece peligroso que cualquiera pueda decir su opinión en cualquier caso. Me explico.

Hace unos años mi padre me confesó por qué se había decidido a ser un experto en el tema de raza, racismo e historia de la negritud, y es porque le habían hecho una pregunta que no sabía responder. Mi padre, siendo muy joven, dio su opinión, pero empezó a desarrollar un criterio.

Parémonos un momento, porque aquí está el quid de la cuestión: no es lo mismo una opinión que un criterio. De opinión, todos y todas tenemos; de criterio, no necesariamente. Una opinión es aquello que puedes dar sobre un tema, sea cual sea, incluso sin haber oído nada sobre el tema antes de ese mismo instante. Por ejemplo, si yo fuera a un restaurante donde fusionan la cocina australiana y la chilena y nunca he comido nada parecido, podría hablar de si a mí me ha parecido buena, de qué gusto tenía, y podría comparar lo que hubiera probado con otras experiencias gastronómicas, etc. Pero esto sería una opinión.

Si, en cambio, yo fuera a ver una obra de teatro que habla de diversidad y después dijera lo que pienso, en realidad estaría dando mi criterio. Es decir, como creadora de artes escénicas y activista antirracista tengo suficiente información y conocimientos previos para tener una especie de tabla de baremos a la que ir para evaluar la obra mencionada. No basta con el gusto personal, que sería el caso del restaurante.

Con el tema de Afganistán pasan, entonces, dos cosas. La primera, que asumimos las opiniones como criterios sin que lo sean. La segunda, que estamos ignorando que la realidad afgana, en general, nos llega filtrada por una serie de emisores que en muchos casos, a la vez, no han tenido nunca una experiencia previa con el tema o ningún tipo de relación directa o indirecta con éste.

Hace unos días hubo una breve polémica sobre la opinión emitida sobre la situación de las mujeres afganas desde un perfil feminista eurocentrado y hecho por mujeres caucásicas. El tema de la represión de las mujeres en Afganistán es innegable (he aquí mi opinión) y numerosas activistas musulmanas han hablado de ello (con criterio), pero el centro del conflicto es que la evaluación de asuntos concretos como el uso del hiyab partía, en el caso del perfil del que hablo, de la vivencia y mirada de las feministas caucásicas. Aquí, entonces, según lo que he explicado de la diferencia entre opinión y criterio, quizás lo más interesante habría sido dar difusión a lo que tenían que decir las activistas musulmanas y apartarnos del centro del debate.

El ejercicio de dejar de dictar opiniones como si fueran criterios, entiendo, puede ser doloroso y requiere una humildad que quizás no hemos practicado mucho, pero también podría ayudar a construir una sociedad más equilibrada y plural. Sí, Europa no está acostumbrada a callar y a dejar hablar a otros colectivos, pero resulta paradójico porque incluso dentro del mismo continente, y de los países que lo constituyen, no es lo mismo lo que opine el sur que lo que diga el norte.

Sí, ya lo sé... Debéis estar pensando que estoy defendiendo la censura, y no es así, nada más lejos de mi visión de mundo e ideología. Lo que estoy defendiendo es que dejemos de asumir que nuestras opiniones son criterios. Con la democratización del acceso a la emisión de información que nos han regalado las redes sociales, hemos caído en la trampa de equiparar una cosa con la otra. Creemos que nuestras opiniones son válidas siempre... y lo son, pero no son un criterio.

Así pues, os invito a seguir opinando con vuestros amigos, incluso en las redes, que por eso son vuestras, pero con la conciencia y la responsabilidad que implica. Y, por favor, si en la mesa del bar donde habláis de Afganistán hay una persona con algo que decir, apartaos del centro y aprovechad para aprender de su criterio.

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