¿Qué hemos aprendido un año después de la pandemia?

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Un grupo de Vountaris de Open Arms se disponen a acceder a una residencia de Mollet del Vallés

Hace un año, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, compareció para anunciar que entraba en vigor el estado de alarma, se imponía el confinamiento domiciliario y se restringían los movimientos de la población para impedir la propagación del coronavirus, que en aquella fecha ya estaba castigando a medio planeta. A pesar de que era una medida que fue cogiendo fuerza los días anteriores, la población quedó en estado de shock. Hacía un siglo que no había habido una pandemia de este alcance ni se había tenido que ordenar una medida, el confinamiento, que en el imaginario colectivo solo se preveía para casos de golpes de estado o de guerra. La presencia de militares añadió dramatismo (y quizás autoritarismo) a las ruedas de prensa, a pesar de que a la hora de la verdad la población respetó las restricciones.

Hasta que se llegó a controlar mínimamente la situación pasaron semanas muy duras, con los hospitales desbordados, sin material de protección y con un conocimiento muy limitado de cómo funcionaba el virus. La economía frenó en seco provocando caídas nunca vistas del PIB, que si no han derivado en una auténtica catástrofe social ha sido por la acción del sector público. Sin embargo todavía es temprano para hacer el balance final, porque muchas empresas están con el agua al cuello y está por ver si los fondos europeos llegan a tiempo para muchas de ellas.

Un año después, y gracias a la vacuna, se empieza a ver la luz al final del túnel. El mundo ya no volverá nunca más a ser igual, porque los expertos aseguran que es imposible predecir cuándo habrá otra pandemia. Por lo tanto, los estados se tienen que preparar y aprender las lecciones de lo que ha pasado este año. La primera lección, hoy reconocida de forma unánime, es que se tiene que actuar con la primera señal de alarma. Hoy sabemos que si en lugar del día 14 el confinamiento se hubiera aprobado el día 1 de marzo, la pandemia se podría haber controlado mucho mejor. Por lo tanto, la anticipación y la buena gestión pública es la mejor receta para no tener que tomar medidas drásticas más tarde.

En segundo lugar, hay que reforzar el sistema público de sanidad y asegurar, al menos a nivel europeo, tanto la producción como la distribución de productos estratégicos como por ejemplo las vacunas y otros medicamentos. Este año ha demostrado también la importancia de invertir en investigación, puesto que son los científicos, en una cursa que ha batido todos los récords, los que han encontrado diferentes soluciones tanto para el tratamiento del covid como para diseñar vacunas efectivas. Los aplausos desde los balcones de la primera oleada se tienen que convertir ahora en una apuesta estratégica por el sector de la salud.

Hemos aprendido que nada puede sustituir tampoco la educación presencial, sobre todo entre los más pequeños. Nunca más se tiene que producir un cierre como el que se decidió hace un año. También, en un contexto de reconstrucción, hemos aprendido que será más importante que nunca decidir a qué dedicamos cada euro público. Y finalmente, hemos aprendido que en situaciones de crisis nada puede sustituir la solidaridad humana. Han sido estas redes de solidaridad las que ha impedido males mayores. Porque se tiene que tener claro que los sacrificios han valido la pena.

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