La cantante de Nebulosa, Mery Bas, en el Benidorm Fest.
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De los españoles para los que trabajó, a mi abuelo le quedaron una pensión miserable y cuatro palabrotas con las que podía malhablar sin que sus nietos pudiéramos entenderlo. Hasta que emigramos, aprendimos la lengua de Cervantes y descubrimos el significado oculto de su enigmático repertorio de insultos. Entre sus preferidos estaba el de zorra, que aplicaba solo a las mujeres que más detestaba.

Si mi abuelo viviera le podría explicar que tengo el gran privilegio de haberme integrado en un país tan avanzado, tan moderno e igualitario que hace canciones en las que se repite sin cesar su insulto preferido. Él que me animaba siempre a estudiar para tener una carrera quizás no entendería que el dinero del Govern se dedique a cantar zorra sin cesar. Ay, abuelo, es que no tienes ni idea de lo que significa ser una mujer poderosa en el siglo XXI. ¿Crees que es que te respeten y te traten bien? ¿Que te paguen lo mismo que a los hombres? ¿Que puedas desarrollar tus capacidades como ser humano y no como objeto que se puede comprar y vender? No, esto estuvo de moda hace dos temporadas, cuando se hacían anuncios institucionales en los que se las animaba a convertirse en científicas, astronautas o matemáticas. Ahora lo que se lleva no es exigir que dejen de insultarte por tu sexualidad asimilándote a bestias inmundas sino reivindicarte como un pendón. Si no me crees, abuelo, solo tienes que visitar alguno de los numerosos burdeles que pueblan la geografía española. Descubrirás a mujeres muy poderosas que disfrutan de un trabajo liberador y pura emancipación. O eso dicen otro tipo de mujeres que suelen tener buenos puestos como profesoras en las universidades y que nos cuentan que ser puta es como ser cualquier otra cosa. Quizás nunca han pisado un prostíbulo, pero lo han analizado todo muy bien y después de leer muchos libros de filósofos famosos han llegado a la conclusión de que lo mejor que pueden hacer es defender los derechos de lo que ellas llaman “trabajadoras sexuales”. ¿Crees que no es digno que las mujeres tengamos que vendernos para vivir y prosperar? ¿Que crees que zorra es un insulto se mire como se mire? Claro, abuelo, es que nadie te ha explicado lo que significa resignificar un término peyorativo: es el acto por el que la insultada utiliza el insulto y así neutraliza su efecto. O sea que las niñas que a partir de ahora vayan por el mundo diciendo “soy una zorra” estarán protegidas por esta estrategia lingüística imbatible, y ya no las tratarán como cuerpos explotables, ya nadie las violará ni podrá convencerlas de crearse una cuenta en OnlyFans ni intentarán captarlas para redes de prostitución. Solo con que canten el zorra, zorra, zorra ya las dejarán en paz. Chanel ya nos lo cantó en su momento: “Les vuelvo loquitos a todos los daddys”.

Veo tu cara de escepticismo, querido abuelo, o la rabia y la indignación que te provocaría saber que vivo en un lugar donde se esparce este insulto por medios de difusión masivos, pero eso es porque tú no has tenido la suerte de ser ilustrado por la exministra Irene Montero y la explicación sobre lo que significa ser mujer: "Tener una posición de desigualdad ante los hombres". O sea que nuestra identidad viene definida por lo que han hecho de nosotros algunos hombres, y por eso debemos reivindicarnos como putas, decírnoslos unas a otras, y si un día un compañero, un amigo, un marido, un amante o un desconocido nos exige poder decirnos algo parecido nos sentiremos muy libres y muy poderosas.

Lo confieso: te añoro mucho, abuelo, añoro que me recuerdes siempre que no me deje pisar por ningún hombre, pero lo que más echo de menos es no poder entender todas aquellas palabras que pronunciabas en una lengua que entonces me era del todo extranjera.

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