El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, se reunió con el expresidente Artur Mas en el Palau de la Generalitat el 19 de septiembre.
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Que Salvador Illa tiene una actitud y unos comportamientos que conectan con la forma de hacer de la Convergència tradicional es un hecho suficientemente visible, pero por si había dudas, Artur Mas lo ha confirmado este jueves en una entrevista en Catalunya Ràdio . "Ve un poco del talante que usted decía", admitió Mas, en respuesta a la pregunta de Ricard Ustrell sobre si veía en el nuevo presidente de la Generalitat "un gen convergente". A continuación lo ampliaba: “En Convergència tuvimos a gente como él. Yo mismo, cuando finalmente llegué a la Generalitat en el 2010, sumé personas que venían del PSC”. Ha cerrado la cuestión subrayando, lógicamente, las divergencias entre socialistas y convergentes: "Sé bien dónde está cada uno", ha recalcado.

Isla, ciertamente, no habría desentonado dentro de aquel “gobierno de los mejores” que Artur Mas presentó, triunfalista, en el 2010, y que tuvo como consejeros estrella a un independiente como Andreu Mas-Colell y un exsocialista como Ferran Mascarell (que no era un exsocialista cualquiera, sino alguien que había tenido mucho peso en el PSC). Isla tiene el punto que gustaba al pujolismo, de aquellos personajes que parecían hombres de estado en una administración sin estado propio: personajes que hicieron posible una forma bien concreta y catalana de transversalidad política, conocida como sociovergencia. Naturalmente que había y existen diferencias, fruto de la cultura política, muy distinta, de donde proceden socialistas y convergentes (o junteros). Pero existe un acuerdo de fondo en las cuestiones principales, en los temas “de estado” sin estado, que básicamente remiten a lo que se llamaba, y todavía se puede llamar, el régimen del 78, nacido de los grandes pactos de la Transición.

El Proceso consistió, en alto grado, en un intento de dar por liquidados el régimen del 78 y los acuerdos de la Transición, pero resultó que la estación final consistió precisamente en un regreso a todo ello. Las reuniones del ya presidente Illa con sus antecesores en el cargo (pero con Jordi Pujol como el más significativo), el subrayado en su religiosidad y las visitas a epicentros devotos como el monasterio de Poblet o el santuario de Montserrat, que Illa va presentar como "fermento positivo durante mil años" de Cataluña, son gestos que buscan conectar con una cierta idea del catalanismo de los años ochenta y noventa, cuando Salvador Illa estaba en etapa de formación. También tienen el mismo propósito la reunión –cordialísima– con el rey de España, Felipe VI, e incluso la presencia de la bandera española en el despacho presidencial.

Isla, en resumen, quiere ocupar todo el centro de la política catalana. En Junts lo ven, y por eso se apresuran a organizar un congreso que les prepare para disputar este espacio, con una ponencia estratégica que define el partido como “no-violento” y que marca claramente distancias con la extrema derecha de Alianza Catalana. Esto son buenas noticias, pero no resuelve la pregunta: llegado el caso, ¿pactarán? Artur Mas diría con claridad que no, pero quizás no todo el mundo piensa igual.

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