Blog de pisos en Barcelona
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Desde hace tres décadas, los españoles que han podido ahorrar han concentrado su patrimonio en dos activos: depósitos e inmobiliario. En nuestra cultura, tener piso de propiedad ha sido muchos años sinónimo de seguridad y bienestar financiero. El asunto es que el piso no es solo un activo financiero; es también el lugar donde vivimos, es el hogar, es el sitio donde el senior necesita vivir su vejez plenamente, acoger a sus hijos a cenar o comer o los días señalados, tal vez tener a los nietos algunas tardes…

Sin embargo, la pensión es exigua. Un estudio recientemente publicado, en colaboración con el Centro de Investigación Ageingnomics de la Fundación Mapfre, Almagro Capital y el Colegio de Registradores desvela que el 40% de los mayores de 55 años reconoce no estar preparado económicamente para afrontar la jubilación y, muy importante, un 51% desconoce las fórmulas para convertir su patrimonio en renta. A eso se le llama la licuación del patrimonio. Licuar: hacerlo líquido, convertirlo en dinero contante y sonante.

Cuando de licuar un piso se trata, hay muchas opciones, pero todas ellas pasan por una sola decisión: transmitir la propiedad en vida o conservarla. En el primer caso, tenemos, por ejemplo, la vivienda inversa. El jubilado vende el piso, pero se queda de alquiler en ella. Se paga una renta exigua o testimonial a cambio de vender el piso a un precio menor. Entra dinero de la venta, que complementa la pensión y se asume un pequeño desembolso mensual. Pero te quedas en casa. Otra fórmula similar es la venta de la nuda propiedad. Es lo mismo, pero sin pagar alquiler. El jubilado se queda de forma vitalicia en el piso y recibe un dinero. Como no paga alquiler, el precio es menor que en la vivienda inversa.

La fórmula donde no hay venta es la hipoteca inversa. El banco nos da un dinero cada mes hasta un tope y, llegado ese tope, hay que vender el piso y devolver el dinero. Si se quiere hacer durar esto toda la vida, es posible añadiendo un seguro vitalicio. Te darán menos cada mes, pero estás cubierto de por vida.

En todos estos casos, hay un damnificado: los hijos. En realidad, fórmulas hay muchas, pero muchos padres se sienten mal no dejando el piso en herencia o dejándolo, pero con hipoteca a cancelar. Y hay hijos que lo aceptan y otros que se rebelan porque contaban con ese dinero. Esa es la gran cuestión. ¿Mi opinión? Que a los hijos hay que darles amor, cariño, educación y capacidades. El piso es ahorro propio para la jubilación.

Fernando Trias de Bes es escritor i economista
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