23/01/2021
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Todo lo que gira alrededor de las elecciones catalanas se ha convertido en un juego de los disparates en el que cada vez es más difícil hacer el ranking de quién dice la barbaridad más grande. Y viene de lejos. Porque en el fondo todo empieza cuando el president Torra dio, hace un año, la legislatura por acabada pero no convocó elecciones como habría sido lógico y natural. Y fueron los jueces, después de la infantil provocación de la pancarta, los que marcaron el final de la legislatura.

Teníamos una fecha (14-F), fijada cuando el Parlament quedó disuelto, pero de repente el Govern decidió que no era oportuna. Con la apelación a la pandemia envió las elecciones al 30 de mayo. Es un peligroso argumento comodín que lo permite todo, porque quien se oponga será inmediatamente señalado como responsable de muchas muertes. Un obsceno –e inmoral– recurso que hemos visto utilizar demasiado a menudo a algunos políticos y periodistas: echarse las víctimas del covid a la cara.

A los socialistas no les gustó el cambio y movieron a su entorno para que presentaran recurso ante el TSJC. Un movimiento bastante ingenuo, porque tenía una lectura automática: el miedo a que el efecto Illa flaqueara. Y, al mismo tiempo, un regalo a sus adversarios: una vez más se les daban argumentos para decir que en este país todo lo deciden los jueces.

Los jueces también han contribuido al embrollo. Mantienen el 14-F y ponen el 8 de febrero como fecha límite para confirmar su decisión. De forma que podría ser que las elecciones fueran oficiales seis días antes de ir a votar. Ante este ridículo han pasado la pelota al gobierno español: para poder votar el día 14 no vale con el estado de alarma actual.

Como siempre, para el Govern todo es culpa de Madrid, para los discrepantes todo viene de la incompetencia del Govern: una canción que es una exhibición de impotencia de las dos partes. ¿Son conscientes unos y otros del agotamiento de la ciudadanía, ante la degradación de una política que nos ha llevado a un callejón sin salida del cual no sabe salir, y que sigue dando vueltas a la noria repitiendo tópicos cada vez más gastados? Es triste, pero la mayoría de nuestros políticos no hace falta que hablen, antes de que abran la boca ya se sabe qué dirán.

Josep Ramoneda es filósofo.

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