

En las grabaciones que se han filtrado de las declaraciones de Elisa Mouliaá e Íñigo Errejón, por la demanda por agresión sexual que la actriz ha presentado contra el expolítico, se siente literalmente babear al juez Adolfo Carretero durante su interrogatorio a la víctima y al acusado. Sobre todo a ella. Las preguntas son de tono impertinente y el juez las ensaliva mientras las formula, cada vez más impaciente, excitado, sin esperar lujo de detalles en las respuestas, porque los detalles ya los aporta él. Imagina, presupone, acorrala. El objetivo es hacer quedar a Errejón como un caliente pillado en flagrante contradicción con su discurso político, por el que el juez pregunta explícitamente. Con Mouliáa, el propósito es hacerla quedar como una tonta y una cerda, y ridiculizarla ante el tribunal al que ella ha tenido el descuido de acudir a pedir justicia.
El episodio es revelador de la idea de que muchos (no sabemos cuántos, pero muchos) jueces en España tienen sobre los delitos sexuales, la violencia de género, el feminismo y los derechos de las víctimas de agresiones. También sobre las mujeres, por lo general, y sobre las relaciones entre ellas y los hombres. Las imágenes han merecido reproches y críticas de varios colegas de profesión del juez Carretero, por sus métodos poco ortodoxos en la forma de interrogar. Se ve que vuelve a ser uno de esos jueces peculiares, con un sentido de la peculiaridad que le lleva a perseguir a periodistas cuando investigan dirigentes del PP, por ejemplo. Pocos le reprocharon la ideología reaccionaria que se desprende, como el tufo de corral, de sus preguntas. Por el contrario, en las redes y medios de la derecha española, el juez Carretero ha sido aplaudido como una especie de héroe nacional. Por su parte, el papelón de Errejón siguiéndole las gracietas al juez, e intentando establecer algún tipo de complicidad, después de haber construido su defensa de acuerdo con los tópicos machistas que en otro tiempo atacó con contumacia, es especialmente lastimoso.
Mención aparte pide el hecho, extraordinariamente grave, de que las declaraciones de los ciudadanos en los juicios se filtren a los medios con esa alegría. OK Diario, un vertedero de residuos tóxicos de la derecha ultranacionalista española, a la altura de la vergonzosa trayectoria de su responsable, Eduardo Inda. Por el ángulo en el que fueron tomadas las imágenes, parece que los vídeos fueran grabados desde la mesa misma del tribunal.
Líderes supuestamente progresistas y más falsos que Judas, jueces que se joden de las mujeres que denuncian agresiones sexuales y se recrean hasta humillarlas, periodistas venales que hacen el trabajo sucio en la extrema derecha y se dedican a la difamación, extorsión y publicación interesada de información confidencial. Son todas, al fin y al cabo, viejas y conocidas figuras en la plena democracia española, en las que las instituciones y los poderes públicos deben porvenirse, para ir bien, con los intereses de parto.