"¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales" Esta reflexión, de Eduardo Galeano, nos coloca en el punto perfecto frente a un fenómeno de masas, el fútbol, capaz de movilizar tantas pasiones como la religión. La última pasión que ha creado la religión-futbol es Lamine Yamal. Lo tiene todo; no podría haber un héroe de la clase obrera más perfecto. Hijo de un migrante marroquí -que defendió a huevazos su barrio de los fascistas de VOX- y de una ecuatoguineana que lo trajo al mundo con solo 16 años, el nuevo working class hero nos hace temblar de ternura cuando nos cuenta que, de niño, le acompañaba siempre una bufanda con los olores de su casa y su familia. Es difícil encontrar entre las masculinidades que dominan el futbol una expresión de sensibilidad espontánea tan hermosa. El fútbol nos da todo lo que no nos puede dar el tenis o el automovilismo. Por eso es una religión de masas.
Lamine vuela como la patada de Cantona cuando, tras marcar, señala con las manos el código postal de su barrio, un estercolero multicultural en palabras de los fascistas, en el que un tercio de sus vecinos llegaron de otras tierras en busca de una vida mejor. "Te llevo en la sangre y no hay nadie que pueda / Hacer que yo te olvide y es que mi vida entera /Has marcado, he marcado tus calles con mis pasos / En ellas fui dejando todos mis mejores años / Jugando contigo iba sin darme cuenta / Hundiendo las raíces de mi cuerpo en tus aceras / Contigo he ido creciendo y adquiriendo la conciencia / De que para nosotros la dignidad está en la pelea / Y no es bueno ni malo aceptarlo o rechazarlo / No servirá de nada, soy como tú y tú eres mi barrio" Quizá Lamine se identificaría con esta canción –El barrio–, que los raperos de Hechos contra el decoro hicieron hace ya muchos años para la película de Fernando León del mismo nombre. Échale un ojo a la peli si tienes un rato, Lamine.
Nos gusta Lamine como nos gustó la patada de Cantona al cerdo del National Front que le insultó en el Selhurst Park de Londres. Nos gusta Lamine como nos emociona aún ver las imágenes de John Carlos y Tommie Smith levantando su puño enguantado cuando sonó el himno de EE. UU. en México 68. Nos gusta Lamine del mismo modo que nos gusta recordar a Muhammad Ali negándose a hacer el servicio militar y a combatir en la Guerra imperialista de Vietnam. Lamine, este domingo, flota por favor como mariposa, pica como abeja; que los pies de los ingleses no puedan detener lo que sus ojos no ven. Nos gusta Lamine haciendo el 304 como nos gustó Jenni Hermoso enfrentándose a Rubiales. Nos gusta tu orgullo de barrio, nos gusta tu padre antifa, nos gusta la madre que te parió que ahora gustará también a los que alguna vez le pidieron la documentación por ser negra.
Los intelectuales que rechazan el fútbol como rechazan la religión de los que hablaba Galeano quizá nos digan que nuestra pasión no son más que lágrimas de clase media progre, quizá nos digan que acabarás convertido en un producto de las marcas, que subirás fotos con pibones contigo en un yate, que querrás que te bajen los impuestos y que pronto no quedará nada de ese chaval que cuenta que dormía abrazado a una bufanda que olía a su familia y a su casa. Pero nosotros somos felices cuando te vemos abrazado a un vasco cuyos padres atravesaron el Sahara a pie y que no lo olvida y nos encanta pensar en la rabia de todos esos racistas a los que, en el fondo, les jode que los mejores de la roja seáis negros y vengáis de familias humildes. Lamine, no soportan que seáis parecidos a todos esos chavales a los que llaman menas y a los que quieren largar de aquí.
Ojalá marques el domingo y gracias a tus goles nos llevemos una alegría. Ojalá tengas una gran carrera y te vaya muy bien en la vida. Y ojalá el 304 siempre te acompañe porque, Lamine, tú ya eres un héroe de clase obrera y un referente para millares de chavales que nunca jugarán al fútbol como tú, ni ganarán tanto dinero, chavales y chavalas a los que seguirá parando la policía por el color de su piel y que tendrán trabajos de mierda y que tendrán que sufrir el racismo, pero que el domingo, van a ver a todo el mundo rendido a uno de los suyos. Vuela como Cantona, pica como Ali, échale los ovarios de Jenni porque tú, Lamine, como decía Bertolt Brecht, estás llamado a ser un dirigente.