El independentismo debe escoger cómo reacciona a la posible investidura de Isla.
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Se ha extendido dentro de la parte rabieta del independentismo catalán la idea de que hay que movilizarse para impedir la investidura de Salvador Illa, en caso de que las bases de ERC aprueben este viernes el preacuerdo que los dirigentes del partido han acordado con los del PSC. Lluís Llach, como presidente de la ANC, ha grabado un vídeo en el que sale él con una estelada y con aire grave, y circula una especie de convocatoria que dice: "si hay investidura, esté a punto". ¿Listo para qué?

Salvador Illa es un político que no despierta el entusiasmo de nadie (más bien creo los duerme, los entusiasmos), y es evidente que es un político españolista de pura cepa, que sólo ha moderado el tono cuando ha tenido que hacerlo por las circunstancias. Ahora bien, Salvador Illa es también el ganador de las elecciones al Parlament del 12 de mayo, y eso no quiere decir necesariamente que tenga que ser quien gobierne, pero sí tiene el derecho, y casi el deber, de presentarse a la investidura, siempre que cuente con los soportes para hacerlo. Si se presenta sin esos apoyos, como hizo Feijóo el año pasado después de las elecciones generales, solo puede ocurrir que tenga que volver por dónde ha venido. Pero si tiene estos apoyos, porque PSC y ERC han llegado a un acuerdo de investidura, es de razón, y es absolutamente legítimo, que Isla sea investido.

Como es sabido, eso que explicamos forma parte de los rudimentos básicos de la democracia parlamentaria. Movilizarse para impedir una investidura sólo porque no es del color ideológico que tú quisieras que fuera no es una revuelta justa, sino un trabuque de los principios democráticos elementales. Las movilizaciones se producen como respuesta a las actuaciones de un gobierno, no como un instrumento para intentar impedir su formación, si la formación de ese gobierno es legal y legítima. Si me permite un apunte vivido, nada ha podido desagradar tanto a muchos ciudadanos de Baleares como la formación de un gobierno del PP con el apoyo de Vox. Ahora bien: por mucho que nos repugnara ideológicamente, la investidura de Marga Prohens con los votos de Vox fue legal y legítima, ya nadie se le ocurrió movilizarse contra ella, porque habría sido no sólo en vano, sino también contraproducente. Durante este primer año sí que nos hemos organizado y movilizado contra su gestión, que como era de prever es nefasta, en defensa de la lengua, de la escuela pública o de la memoria histórica, y en contra de la sobreexplotación turística .

Si la investidura de Salvador Illa acaba adelante y hay movilizaciones por este motivo, el único mensaje que se transmitirá es que el independentismo es un movimiento que tiene rabietas y que va tan desorientado que ya ha perdido de vista incluso el funcionamiento de la democracia y del parlamentarismo. O peor aún, que no la acepta, incluso cuando los resultados electorales y los sondeos de opinión le son desfavorables. Sería una manera francamente torpe de acabar de dilapidar credibilidad y prestigio, pero se ve que hay quien ya les gusta.

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