Bebés en el Hotel Venecia, propiedad de la clínica BioTexCom en Kiev, Ucrania
11/06/2025
3 min

Una de las imágenes de la pandemia que me quedó clavada para siempre en la retina fue la de una habitación de hotel en Kiiv con decenas de bebés colocados en hileras como productos en un supermercado. Era un auténtico stock de bebés que no podían ser entregados por el confinamiento fruto de la llamada gestación subrogada, eufemismo tan aséptico, tan técnico, que no perturba nuestras conciencias. La legislación española prohíbe esta práctica por ser éticamente contraria a la dignidad humana, por la mercantilización de la vida y la instrumentalización de las mujeres, casi siempre pobres, para satisfacer los deseos de hombres y mujeres ricos.

Por todo ello fue una desagradable sorpresa, indignando desde un punto de vista feminista y de defensa de los derechos humanos, que el Comité de Bioética de Cataluña publicara hace un par de semanas un documento en el que recomienda la legalización de la gestación subrogada. En el texto los miembros del comité proponen considerar "éticamente aceptable que una mujer, libremente y sin estar sometida a presión, coacción ni condicionante psicológico o social, decida prestarse a gestar para otros". Eso sí, lo hacen después de haber borrado "los elementos contextuales que a menudo contaminan el análisis". Nos instan a mirarnos el tema desde un punto de vista conceptual ya tener en cuenta las motivaciones de los "progenitores de intención" que irían desde dificultades de tipo médico que impiden la gestación hasta razones personales y "de estilo de vida" como priorizar la carrera profesional o tener fobia en el parto. Supuestos que se exponen para justificar esta externalización de un proceso, el del embarazo, que no es precisamente un paseo y que debe realizarse en condiciones de altruismo aunque con una compensación justa, pero no excesiva, no sea que parezca que lo haces por dinero. Es decir, que se pague a la incubadora humana contratada, pero no demasiado, justo por las molestias ocasionadas. El informe está lleno de afirmaciones chocantes viniendo como viene de un grupo de personas dedicadas a la reflexión ética. Después de comparar la "gestación subrogada" con los padres que dan en adopción a sus hijos nos dice que oponerse a la transformación de la procreación humana en un trabajo reproductivo vendría a ser una idealización de la maternidad. Hacer a pedazos a las mujeres y creer que se pueden fabricar hijos y excretarlos como cualquier otra materia del cuerpo sin consecuencias no lo es, de idealista. Aunque remarca que "si la gestación subrogada supone una instrumentalización de las mujeres gestantes, representa entonces una violación de su dignidad" también añade que cada cultura tiene su idea de dignidad. Nos dicen que el consentimiento libre de las mujeres subrogadas debe estar libre de "heteronomía" pero que en la práctica ésta puede ser imposible de determinar. Cuando se ocupa del daño que puede comportar para los menores ser concebidos por esta vía viene a decir que no está científicamente demostrado que saber que tus padres te compraron y tu madre te gestó para venderte tengan efectos emocionales negativos. Esperamos, pues, que alguna universidad haga un estudio para averiguar más o menos mal saber que has nacido de una transacción económica. O que la nieta de la Obragón se haga mayor y nos explique cómo es eso de ser engendrada para sustituir a un muerto que es a la vez tu padre y tu hermano.

Al final del informe, el doctor Joan Viñas Salas, catedrático de cirugía y profesor de bioética, hace constar su voto particular recordándonos que embarazo y parte crean un importante vínculo emocional y físico, que lo que se alquila es una mujer y no un vientre y que "la medicina del deseo no puede ser subvencionada por la .

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