Móviles: la adolescencia también es digital

¿QUÉ NOS ATRAE TANTO DE LOS TELÉFONOS MÓVILES? La portabilidad de los móviles inteligentes, que favorecen la hiperconectividad, que permiten guardar la información en el móvil y el magnetismo de los aplios son claves de su éxito.
14/06/2025
Psicòleg, educador, periodista
3 min

Estos días ha visto la luz el libro No sin mi móvil. Un título que proviene de un artículo publicado en este mismo diario, en uno de los múltiples momentos de pánico moral adulto en torno a "las pantallas". Ahora, el libro sale también en otro momento de éstos: la conselleria de Educación acaba de anunciar que el próximo curso se tendrán que eliminar totalmente –y, por tanto, quedarán prohibidos– los móviles y los relojes inteligentes en todas las etapas de la educación obligatoria, en el Congreso debaten sobre la ley de protección digital de los menores y, en todas partes, se manifiestan en mares y en todas partes. Y, hablando sólo de los chicos y chicas adolescentes, una vez más, no tengo claro que los adultos implicados miren, escuchen, descubren argumentos, piensen cómo ser útiles en sus vidas digitales. Así que vuelvo a invitar a un diálogo en positivo sobre una pequeña parte de la cuestión: la simbiosis entre las adolescencias y el universo digital.

Debería estar de más, pero lo recuerdo: el mundo analógico no existe y no podemos volver. Lo cual no niega que seamos sujetos activos que negocien qué parte de la vida no quieren que esté mediatizada por una pantalla, cómo utilizar las aplicaciones de forma no prevista o, también, abandonarnos a ratos en la comodidad de un algoritmo. El segundo hecho a recordar es que, mucho antes de convertirse en una herramienta adulta generaliza, internet se hizo adolescente. En sus inicios, incluso se convirtió en un reducto vital libre de adultos. Por último, también es un hecho que el universo digital se convirtió (es en la actualidad) en un contexto vital significativo, en el que es posible practicar la condición adolescente de forma intensa, y podemos afirmar que hoy no se puede ser adolescente sin estar en comunión con ese universo (el aparato que conecta puede ser secundario).

En mi opinión, la cuestión en la que debemos pensar es cómo encajan el universo digital y el universo adolescente, pensar las dimensiones adolescentes que hacen una profunda simbiosis digital y que nos obligan a valorar cómo debemos seguir educando a nuestros adolescentes. Reflexionar sobre lo que significa para ellas y ellos ser digitalmente, vivir juntos en la red, aprender en realidad virtual. Haré un breve apunte de sólo tres aspectos.

1. "Pero, ¿quién soy yo? ¿Quién es como yo?" El juego de despejarse hace tiempo que ha tomado una dimensión digital. Parte de las identidades era, es, inevitablemente digital.

Toda adolescencia necesita espejos. Necesita reflejos de sí misma para descubrir parte de lo que es y los cambios que se suceden. Pueden intentar ser, editarse, cambiar. Los espejos hablan. Pueden saber lo que son sabiendo lo que otros dicen... Y la acción adulta debería ser ayudarles a mirarse ya saberse; gestionar la influencia externa dando un peso variable, valorando la maravilla de la aceptación y desastres del rechazo. Viven y expresan estados de ánimo, deseos, formas de ser, expectativas para con los demás... Vidas adolescentes en construcción que ahora pueden ir mostrando en maquetas provisionales, que no deberían ser ignoradas por los adultos.

2. "Si no me ven, no existo. Los adultos no pueden entenderme porque no viven lo que vivo". No se trata tanto de mirarse como de ser mirado. Las dimensiones digitales, en red, les aportan tres componentes: la fe activa existente; la experimentación en directo sobre la singularidad o la rareza de su forma de ser (probar de ser reconocidos, normalizados); descubrir que no están solos con su adolescencia. La acción adulta debería ser mirar, observar, escuchar, demostrar que nos interesan sus vidas y no nos dediquemos a detectar problemas. Perdidos en su condición adolescente, también necesitan profesionales diferentes de los padres que quieran hablar de ellos (también por WhatsApp). Y no podemos dedicarnos a decir que los amigos de dimensión virtual no son amigos.

3. En los momentos más "oportunos" preguntan: "¿Y yo por qué tengo que ir al instituto?" O: "¿Por qué aprender esto si la respuesta está en el ChatGPT?" Ahora, el reto es querer acceder al saber. Nuestro reto y el de nuestros adolescentes es triple: poder y saber acceder, querer acceder a ellos y saber gestionar las respuestas, los resultados. Pueden saber mucho más que antes, pero no es automático que tengan el deseo de saber, el impulso por descubrir cómo acceder al conocimiento. Se modifica permanentemente lo que hay que saber, cómo aprender y las razones (adolescentes y adultas) para aprender.

Son adolescentes también porque pueden ser digitales. Nosotros sólo queremos ver un universo de problemas. Ellos y ellas encuentran que les da mucho. A veces comprueban que, a cambio, les quita demasiado y que los adultos que les rodean no se enteran de nada.

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