50 expertos han recibido el encargo del Govern de encontrar la manera de conseguir el uso responsable de las pantallas en el sistema educativo. ¿Misión imposible? Esperamos que no, pero casi, porque se trata de una especie de cuadratura del círculo: cómo incorporar las imprescindibles pantallas en la escuela sin que los niños prescindan de los libros, del bolígrafo, de la memoria y del esfuerzo en general. El propio concepto de uso responsable de las pantallas lo dice todo, porque recuerda demasiado a este otro concepto de consumo responsable asociado al alcohol.
Lo primero que tendrá que evaluar esta comisión es la conveniencia de prohibir los móviles en el aula hasta los dieciséis años. La prohibición es posible, dolorosa para los adolescentes y estresante para los maestros, pero posible en las escuelas, con sus horarios y sanciones. El problema es que en el uso del móvil, como en tantos otros órdenes de la vida, la que debería educar es toda la tribu, y aquí la tribu entera hace ya tiempo que nos rendimos incondicionalmente frente al móvil. Si es verdad que se educa con el ejemplo, los niños no hacen más que recibir un mal ejemplo en casa desde su más tierna infancia: padres y madres con la atención secuestrada por el móvil, o convirtiendo a sus hijos en protagonistas de todos los vídeos imaginables, o, lo que es peor, dejándoles el móvil para que se callen. Sin una reflexión social general, aunque sea del tipo "una hora al día sin móvil", las escuelas solas no lo conseguirán. Y no olvidemos que apartarse del móvil es cada vez más difícil, no solo porque la administración misma, los bancos y nuestras amistades nos lo hacen imprescindible, sino porque los algoritmos que hacen adictivas las redes sociales no paran de mejorar diabólicamente. Enviamos los mejores deseos a la comisión de expertos. Los necesitarán.
