No me diga nada del informe de la lengua
Saldrá el informe sobre la lengua y espero que me tomará en el bar. A mi alrededor, algunos indicios.
Una joven, escolarizada en catalán, catalanohablante, bilingüe natural con los abuelos andaluces, debe dejar una nota en el portal de un edificio, donde han enviado un paquete por error. El texto que deja es en español. Ni ha pensado en escribirlo en catalán. Éste es el "cambio de lengua de los favores". Entiendes –no sabes– que te tratarán mejor si no utilizas el catalán. Emplear el castellano es sinónimo de ser más educado.
Una mujer va a renovarse el carné de identidad. Es militante del catalán (vivimos en un país donde tienes que hacerte militante de la propia lengua), su nombre, en el documento, es en catalán, nunca cambia de lengua. Pero se ha equivocado con el número de cita y ahora deben hacerle el favor de "colarla". Automáticamente pasa al castellano, y da un tono gracioso, informal, coloquial, para dar las gracias. Éste es el "cambio de lengua de la simpatía".
Un hombre paga un café y un croissant en una cafetería de la zona alta, de precios caros. "Un café y un croissant", dice en catalán. El cobrador, ceremonioso, le dice: "Siete euros, caballero". Automáticamente, el hombre, sin prestar atención, habla más flojo, con un tono menos seguro y le dice: "Gracias". Éste es el "cambio de lengua por educación".
La madre del grupo de madres del viaje a Italia, catalanohablante, con una hija llamada Farners, crea el grupo de WhatsApp. Se dice: Madrazas de Italia. Simpáticas, bromistas, divertidas, todas ellas, Claudia, Mireia, Olivia escriben en castellano. Los hijos, Pol, Pau, Berta, también. Es el "cambio de lengua para que todos nos podamos entender".
Cada día, en cada momento, hay una situación de éstas, sin ninguna conciencia ni mala intención. Lo que hace falta, sólo, es abrir los ojos y decir: "No permitiré que esta lengua se muera, pero tampoco permitiré que se encuentre mal".
