"No sé qué votar"

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Una mujer depositando el voto en una urna

La frase la escuchará a menudo estos días. No es una queja nueva. Elección tras elección, la elección se hace pesada. Cuesta identificarse con una opción, con un líder, con unas siglas. Quien no tiene un ajo, tiene una cebolla. El ruido es ensordecedor, las crisis se acumulan. Crece la tentación de arrancarlo todo a rodar, ya lo harán. Es fácil echar la culpa a los políticos, así en genérico, como si fueran seres de otro planeta. No: son como nosotros, falibles, sometidos al entorno, influenciables, sin certezas. En su fuero interno, tampoco ellos sabrían a quién votar. Cuesta encontrar una verdad diáfana, una solución clara a nuestros múltiples problemas: porque básicamente la solución fácil no existe.

Vamos por partes. Para la familia independentista, el cainita baile de opciones es mareador. Los dos partidos grandes siguen desgarrándose aunque, en la práctica, defiendan en esencia lo mismo: han investido a Pedro Sánchez y buscan un referéndum pactado y una nueva financiación. Más allá de esto, todo es retórica más o menos florecida. Puigdemont, la épica del regreso; en Aragonés, la pragmática del gobierno. Y sí, hay un sesgo del primero hacia la derecha y del segundo hacia la izquierda, diferencia que podría concretarse en el impuesto de sucesiones. Y de los pequeños, ¿qué decir? La CUP lleva el choque tatuado en su interior (Adelante contra Pueblo Libre), Orriols es pura fractura (busca el enfrentamiento de unos supuestos catalanes étnicos contra unos inmigrantes muy malvados, como si el grueso de catalanes no fuéramos fruto de anteriores migraciones) y el tándem Ponsatí-Graupera sufre de un ingenuo complejo de superioridad (último reducto del independentismo mágico).

Vamos al unionismo. La elección tampoco es fácil. Si quieres jugar a caballo ganador, debes optar por el PSC de l'Illa, el único de este blog que tiene posibilidades reales de convertirse en presidente de la Generalitat. Pero, claro, los socialistas han hecho posible la amnistía y han dado alas de nuevo a un Puigdemont que hace cuatro días estaba aislado en el exilio. La alternativa es el PP que, sin embargo, con su inmovilismo propició el Proceso y la posterior represión o, peor aún, Vox, que con un españolismo neofranquista sólo hace que realimentar el independentismo.

¿Y qué ocurre si tu voto es más ideológico que nacional? La derecha catalanista está desaparecida: Puigdemont evita definirse como Ponsatí-Graupera, mientras que Orriols es extrema derecha de manual. Las distintas siglas que intentaron recuperar el legado convergente han ido desapareciendo. La derecha españolista, claramente conservadora, está cayendo por la pendiente populista: Ayuso arrastra a Feijóo. Y Vox es ultraderecha. Por tanto, el votante de orden no sabe muy bien dónde ir a parar. Hay mucho desorden, a la derecha.

Si tu voto es de izquierdas, la situación no es mucho mejor. La socialdemocracia lleva tiempo sufriendo una crisis de identidad. El PSC, su representante clásico, se ha ido acercando alstatu quo del poder económico y ha hecho suya la idea liberal de que la prioridad es generar riqueza (después ya veremos cómo la socializamos o cómo hacemos que no perjudique tanto al medio ambiente), de ahí su apoyo a Hard Rock o al cuarto cinturón. ERC también se ha ido centrando, aunque algo menos: el PSC le va bien como malo ideológico de la película. Más a la izquierda, están los comunes, campeones históricos del tripartito que, mira por dónde, se acaban de cargar tres presupuestos pese a todo generosamente sociales (y los últimos expansivos que permitirá la UE): los de la Generalitat, el Estado y Barcelona. Y la CUP está tanto a la izquierda que en la práctica acaba autoexcluyéndose siempre de la gobernanza institucional.

Éste es el panorama. El voto, pues, deberá ejercerse en todos los casos como mal menor. Y sabiendo que sólo serán posibles gobiernos de coalición, de pacto. La democracia ya lo tiene: obliga al entendimiento, al diálogo. De ahí que hoy en día, en tiempos de todo o nada, de griterío en las redes, de amigos y enemigos, esté sufriendo tanto, la democracia. Miremos que nuestro voto al menos no contribuya a cargarse la nuestra.

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