Los nombres y los números

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Un sintecho descansa refugiado a una sombra en la playa de la Barceloneta durante la ola de calor extremo en Barcelona con temperaturas de hasta 32 grados. Foto: Paz de la Calle

La vida en cifras. Cae la natalidad en Catalunya. Hacía casi 30 años que las mujeres no tenían tan pocos hijos. Ahora estamos a 1,10 hijos por mujer, un dato que dicho así siempre es inquietante, porque te imaginas un 10% de hijo vagando por vete tú a saber dónde. Uno de cada tres bebés que nacen es de madre extranjera, con mayoría de madre marroquí seguida de paquistaní, colombiana, hondureña y rumana. Malas noticias para la extrema derecha. O más mecha. Este bajón de la natalidad no es una tendencia exclusivamente catalana y son muchos motivos los que llevan a las mujeres a tener hijos o a no tenerlos. Aprovecho la ocasión para recordar que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, logró que el derecho al aborto desapareciera de la declaración final de la última cumbre del G-7 y en lugar de citarlo explícitamente, se negociara poner que las mujeres deben tener "acceso universal a los servicios sanitarios adecuados". Nada del “acceso al aborto seguro y legal” que aparecía en el 2023. Esta gente va al grano. Y los demás, firman. Prohibir el aborto como solución para revertir los índices de natalidad es lo primero que hacen los gobiernos de extrema derecha. Es decir, prohibir los derechos de las mujeres como declaración de principios. Aunque quien gobierne sea una mujer, y que la mujer que gobierna, gobierna gracias al avance de los derechos de las mujeres. La vida no es un despropósito. Las personas, sí.

Mientras cae la natalidad en Catalunya, en Barcelona aumentan las personas que duermen en la calle. El informe de la Fundació Arrels indica que hay más de 1.300 personas sin hogar, pero la cifra se queda corta porque el recuento no es tan preciso como quisieran. La mayoría de estas personas son hombres. Las mujeres recurren a opciones alternativas antes de vivir en la calle y las que sí viven en la calle están expuestas, además, a la violencia machista y a los abusos sexuales. La mayoría son también personas migradas. Más mecha. Pero no hablemos de cómo solucionar el problema, que es demasiado complicado y está demasiado enquistado. Lo que ocurre es que quieren estar en la calle. Y eso que podrían estar trabajando cuidando a la gente mayor autóctona o haciendo cualquier otro trabajo, que será por ofertas. Eso sí, cobrando menos de lo que cuesta un piso de alquiler. El plan Endreça de Collboni tampoco los ayuda. Vete a saber si es por el nombre del plan, que parece el grito parental ante una habitación de adolescente caótica. Pero no hablemos tampoco de nombres, que estoy asombrada con la falta de imaginación y los pobres Jans y las pobres Martines que tendrán que distinguirse por colores. Vale que no todo el mundo puede tener un nombre poco corriente, pero está claro que los términos medios no están de moda.

La calle está llena de gente. Muy llena, de hecho. Y todavía falta la cifra definitiva del verano, la del turismo. Creíamos que ya habíamos tocado techo, pero no hay techo. El 2024 se prevé de récord. Mayo sumó dos millones de visitantes a Catalunya que se gastaron a diario 246 euros por persona. Otra cifra que cuesta decir porque siempre hay quien no pide postre y no quiere repartir la cuenta. Veremos cuánta gente habrá el sábado en la manifestación de Barcelona bajo el lema "¡BASTA! – Pongamos límites al turismo". Porque es evidente que es necesario un decrecimiento, repensar los modelos económicos y solucionar los problemas que genera el turismo masivo en la vida cotidiana de las personas. Y también debemos pensar qué hacemos nosotros como turistas y cómo podemos evitar que los demás sitios sufran nuestro impacto. Porque en este caso, somos al mismo tiempo el problema y la solución. Un poco como los bebés. Un poco como todo.

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