El comportamiento del PP de Feijóo negándose a, o haciéndose rezar por, concertar una reunión con Pedro Sánchez, pese a las reiteradas propuestas formuladas desde la presidencia del gobierno español, tiene similitudes con el del PP de Rajoy cuando se negó, de forma igualmente repetida, a reunirse con Puigdemont para discutir sobre el referéndum de autodeterminación. En ambos casos, los motivos aducidos para obstruir lo que debería ser el normal funcionamiento institucional y la interlocución entre los distintos partidos políticos (el jefe de la oposición en relación con el presidente del gobierno, en el caso de Feijóo y Sánchez, o el presidente de España frente al presidente de Catalunya, en el de Rajoy y Puigdemont) son de índole patriótica, y en ambos casos, también, Puigdemont aparece como antagonista. Rajoy solía decir que “no podía ni quería” acceder a debatir una cuestión que, según la doctrina del PP por entonces, no podía ni ponerse al orden del día de una reunión sin atentar contra la Constitución y el ordenamiento jurídico. En la actualidad, Feijóo y Cuca Gamarra se resisten a reunirse con Sánchez justamente a causa de las “otras reuniones” que dicen mantener, justamente, con Puigdemont. De forma más amplia, afirman que rehuyen encontrarse con el líder socialista porque se ha asociado con quienes quieren destruir a España sólo para satisfacer su ambición personal, etc. Además de hacer las cosas difíciles, el PP logra así realizar una maniobra de desvío de la atención en la que exhibe auténtica maestría: haciendo hablar de las alianzas de Sánchez (supuestamente ilegítimas, ilegales e incluso inmorales), se deja de hablar de la única alianza verdaderamente tóxica para una democracia, que es con la extrema derecha. espacio político– que el PP mantiene con Vox, servirán previsiblemente de freno a las comisiones parlamentarias sobre Pegasus y la operación Catalunya. A las reticencias y los obstáculos que es de suponer que pondrá el mismo PSOE (como podéis leer en el artículo de Ot Serra en este diario), los trabajos de estas investigaciones se verán lastrados por el inmovilismo del PP, que cerrará filas con una cúpula judicial que no tolera que se hable de lawfare ni de parcialidad de los jueces. Sin embargo, las evidencias del espionaje de adversarios políticos con Pegasus y otros sistemas no legales, así como de la existencia de una policía patriótica que ha actuado desde las cloacas del Estado para hundir el independentismo catalán por todos los medios, son ataques más que graves al estado de derecho, e investigarlos y aclarar responsabilidades debería ser prioritario para aquellos que dicen defender ese estado de derecho. Sin embargo, el patriotismo sólo les sirve para hacer gesticulaciones y declaraciones inflamadas de cara a la galería, y para contaminar aún un poco más, si cabe, el debate público con prejuicios, mentiras, realidades alternativas e incitaciones al odio y la fractura social.