La partida que juega todo el mundo

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Sergi Sabrià este jueves en la sede de Esquerra Republicana.

En su rueda de prensa de dimisión, Sergi Sabrià ha admitido que dirigía a un grupo que se dedicaba a organizar "campañas habituales, no tan bonitas como quisiéramos, pero la partida la juega todo el mundo". Pues no hace falta añadir más. Si haces lo que hace todo el mundo, eres como todo el mundo, tanto para lo bueno como para lo malo y, en consecuencia, no puedes ir por el mundo presumiendo de tener más valores que nadie, por muy republicanos que sean.

Además, el peligro de jugar "la partida que juega todo el mundo" y de hacer campañas "sin logo" es que se empieza enviando a unas personas disfrazadas de sardinas a la estación de Sants o unos mariachis a cantar rancheras en la sede de tu adversario y se acaba con un listo del grupo ideando, encargando y pegando carteles execrables como los de los hermanos Pasqual y Ernest Maragall; porque cuando se empieza a rebajar el umbral de lo admisible, quién sabe a qué infierno acabas descendiendo. Es la urgencia de responder con las armas de todos, que obligan a montar estructuras paralelas que trabajen bajo el radar, lo que lleva a todo tipo de escaladas, como el fango en las redes contra voces que se atrevan a expresar una crítica, que es una de las especialidades que pudre la conversación pública.

En el momento de anunciar la dimisión, Sabrià ha dirigido un ataque frontal a Oriol Junqueras por su personalismo y su ambición de hacer un partido a su medida, expresiones que superan el impacto del manifiesto por la renovación firmado, entre otros, por Pere Aragonès y Marta Rovira. La partida por el poder continúa.

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