La Observadora

Pelicot vs. Errejón

La Observadora.
28/10/2024
3 min

Carmen es una señora de 96 años nacida en un pueblecito de la sierra de O Courel (Lugo) que de pequeña tenía que atravesar un bosque a caballo para ir al pueblo de al lado a buscar el rebaño. La advertencia de su madre era: “Cuidado con los hombres”. No tenía que vigilar con los animales de la montaña, ni las tormentas, ni la oscuridad, ni una caída: tenía que vigilar con los hombres. En la mayoría de aspectos el mundo de aquella niña prácticamente ya no existe, pero todavía hay demasiadas mujeres que tienen que tener miedo a los hombres y que quieren dejar de tenerlo. Como la sociedad avanza de crisis en crisis, hay momentos y personas que ayudan a arrojar luz y a cambiar la percepción colectiva de las cosas. De algún modo son eventos que nos abren los ojos.

Gisèle

Gisèle Pelicot (apellido de su violador y marido durante 50 años) se considera una persona “totalmente destruida”, pero su dignidad marcará un antes y un después en la percepción de la violencia sexual, y no solo en Francia sino en medio mundo.

Con serenidad expresó que quería que “todas las mujeres víctimas de violación pudieran decir: si la señora Pelicot lo ha hecho, se puede hacer”, y añadía que “cuando te violan sientes vergüenza, pero no somos nosotros las que tenemos que tener vergüenza sino ellos”. A sus 72 años, con su presencia firme, su dignidad y las palabras justas, ha logrado hacer pensar a toda una sociedad y que la vergüenza cambie de bando. Una mujer drogada sistemáticamente por su marido y violada por 51 hombres aparentemente normales durante años se ha convertido en la imagen de la dignidad y solidaridad colectiva. Pelicot no tiene "ni rabia ni odio, sino determinación para cambiar esta sociedad".

El caso de Mazan ha puesto en evidencia cómo 51 individuos grises, periodistas, bomberos, camioneros, hombres aparentemente anodinos con vidas calificadas de normales, violaban repetidamente un cuerpo inerte, una mujer anulada en su personalidad y que hoy no solo coge vida sino que representa la dignidad de todas las mujeres. El juicio ha permitido escuchar lo habitual que es el sexo entendido como un acto de dominación, y cómo la pulsión controla cualquier racionalización de la barbarie.

El gran avance que ha producido en Francia ver y escuchar cómo la aparente banalidad de la pulsión sexual y del dominio del otro ha destruido a una mujer, es el debate que se ha abierto entre los hombres. El proceso de los 51 violadores se ha convertido en un proceso a la masculinidad. ¿Cuántas veces se calla, cuántas veces participa en denigrar a una mujer, qué conciencia tenéis de vuestra posición privilegiada? ¿Por qué sistemáticamente desconfiáis de su palabra? ¿Puede realmente vestir como le dé la gana? ¿Cuántas veces tenéis la valentía de romper la manada? ¿Por qué pensáis que los cuerpos de las mujeres están a vuestra disposición? ¿Escucháis? Sencillamente, muchos hombres necesitan hacerse a la idea de que no son el centro del Universo y de que su virilidad no está en entredicho, y de que si lo estuviera tampoco sería muy importante comparada con la extensión del Universo.

Íñigo

La dignidad de la señora Pelicot ha coincidido con un escándalo incomparable pero que también combina sexo y poder en Madrid: la pretenciosa y patética caída de Íñigo Errejón, acusado de abusos, que amenaza con arrastrar la credibilidad de Sumar y por tanto la ajustada mayoría de Pedro Sánchez. La carta en la que Errejón admite sus desequilibrios, adicciones, abusos y contradicciones pasará a la historia del charlatanismo político. Eufemismos grandilocuentes más propios de una hipócrita purga al estilo maoísta. A Errejón solo le ha faltado romperse las gafas en público y enviarse a sí mismo a un campo de reeducación. Charlatanismo para justificar su comportamiento escudándose en la presión del entorno de la política y del neoliberalismo. Como si la presión fuese excusa para predicar al hombre nuevo mientras se actúa como un primitivo y se abusa de una posición de poder.

Una vez presentada la primera denuncia judicial han salido los del “yo ya lo sabía”. Madrid está lleno de las agitadas noches de Errejón y sus adicciones, las denuncias y el silencio de sus colegas para protegerlo a él y a la mayoría.

Errejón no es capaz de calcular el daño que le ha dado su hipocresía a una izquierda que ha basado su propuesta política en la lucha contra la corrupción y por el feminismo. Su actuación no invalida los esfuerzos de algunos de sus colegas, pero permite a la derecha acusarlos de falsa superioridad moral. A Sumar no le bastará con pedir perdón, como hizo ayer. La credibilidad está dañada no solo por las lecciones dadas sino por el silencio protector del agresor.

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