La noche del martes, la audiencia de TV3 tomó conciencia de una catástrofe que no llegó a ser, pero que nos fue de un pelo. Si no lo vi, puede recuperarlo de la plataforma 3Cat. Los héroes de Vandellós I son tres capítulos que, para su emisión televisiva, se condensaron en un único documental. Una estrategia que desvirtúa los planteamientos creativos de la producción. La historia tiene una potencia indiscutible. Los protagonistas que evitaron una tragedia nuclear explican, en primera persona, la angustia y el tormento de ver cómo estaban en el límite de una explosión que en algunos momentos pareció inevitable. Pero, además, tiene el añadido de que el director, Álvaro Sanz, tiene una implicación emocional en los hechos. Es hijo de uno de estos trabajadores de la central nuclear de Vandellòs y, por tanto, tiene un vínculo muy directo con buena parte de los testigos que aparecen en el documental y el recuerdo de la comunidad. Este aspecto hace sentir al espectador más cerca de la realidad del caso.
La serie se construye a partir de la combinación de dos tramas. La primera y más inquietante es la del incendio en la central, las consecuencias dentro de las instalaciones y los trabajos de emergencia. Esta parte cuenta con unos grafismos y planos que ayudan al espectador a hacerse cargo de las características más técnicas del desastre. La capacidad divulgativa de los trabajadores de la central es excelente. Además, televisivamente, la producción cuenta con recreaciones de los hechos extraordinarias y de una calidad visual excepcional. Las secuencias de la inundación dentro de la central y las situaciones límite que vivieron los trabajadores transportan a los espectadores a la angustia de la experiencia. Tanto la ambientación de los espacios como la ficción de las situaciones más críticas son espléndidas. El único factor que te tranquiliza es que todos los protagonistas pueden explicarlo. Quizás la introducción del documental peca de un exceso de dramatismo para atrapar a la audiencia.
La segunda trama consiste en desarrollar la historia y la sociología en torno a la central nuclear, que resulta interesantísima y tiene unas imágenes de archivo magníficas. Construye un retrato de un rincón de Cataluña que muchos desconocíamos y permite leer entre líneas las implicaciones en torno a la energía nuclear.
También es impecable la forma en que se teje el crescendo narrativo a partir del aumento descontrolado de la temperatura del reactor. Y está muy bien cómo se subraya el contraste entre la gravedad de los hechos y la forma en que se relativizó la información a los ciudadanos: "Un incendio sin ningún riesgo de carácter nuclear".
Treinta y cinco años más tarde, descubrimos cómo se nos escondió la realidad y hasta qué punto nos fue de un pelo. Dos razones que nos hacen pensar que quizás la serie habría merecido más énfasis promocional, televisivo y de análisis.