Pequeño diccionario indultófobo

Recepción institucional de los indultados al Palau de la Generalitat
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Admitámoslo: la pasada no fue una buena semana para el estado de ánimo del españolismo más derechista y ultrancero. Permítanme que analice las reacciones más destacadas por medio de un tipo de informal “diccionario ideológico”, un pequeño Casares de andar por casa.

Búsquedas en Google. Decidido a no dejarse desbordar en celo antiindultos por Vox y Ciudadanos, Pablo Casado se ha exprimido las neuronas en busca de un pretexto formal que permita al PP legitimarse para presentar recurso ante el Supremo. Y ha creído encontrarlo en un reciente informe de la Guardia Civil -vete a saber si inspirado por el teniente coronel Baena- según el cual los CDR habían hecho búsquedas en internet sobre personalidades contrarias a la independencia, entre ellas Casado. Y bien, llegados a este punto, lo confesaré todo: yo también he hecho, a lo largo de los últimos lustros, búsquedas sobre Casado, García Egea, Rajoy, Aznar, Vidal-Quadras... ¡incluso sobre Hernández Mancha y Fraga Iribarne! Y no solo en la red: también en las hemerotecas, los archivos y las bibliotecas. Incluso -¡que Dios no me lo tenga en cuenta!- perpetré hace una docena de años un tocho de 600 páginas lleno de información y análisis sobre aquellos personajes y otros muchos de la misma cuerda. Vete a saber si los CDR lo conocen, aquel libro. En todo caso, invocar como argumento incriminatorio unas búsquedas en Google me parece de una indigencia tanto policial como política espectaculares.

Empresarios independentistas. Con la agudeza intelectual que la caracteriza, Isabel Díaz Ayuso ha descubierto el secreto mejor guardado del Procés: que “la mayoría de los empresarios catalanes están a favor de la independencia”. Ya lo saben los Josep Sánchez Llibre, Javier Faus y compañía: mostrarse favorables a las medidas de gracia del gobierno Sánchez les obliga a “sufragar los indultos (?) y el camino hacia la independencia”, porque Ayuso no consentirá que “esta fiesta” la paguen los contribuyentes madrileños. ¿En qué página de la famosa libreta Moleskine se preveía que los costes de la eventual República Catalana los cubriría la recaudación fiscal de Madrid? Algunos políticos, ¿tienen que hablar solo porque tienen boca?

Honor herido. A pesar de que tres asociaciones judiciales conservadoras ya habían dado la alarma preventiva y exigido del gobierno que impidiera –¿cómo?– la aprobación, cuando el otro lunes se hizo público el informe del Consejo de Europa sobre los presos políticos catalanes, por un momento pareció que la táctica del establishment estatal sería la de responder con un silencio despectivo, enmascarando o tergiversando los términos del documento. Pero no han podido. Les ha dominado la concepción calderoniana del honor, han creído que la afrenta era demasiado gorda para dejarla sin respuesta y el Consejo General del Poder Judicial –sí, aquel órgano desacreditado por su partidismo y deslegitimado por el vencimiento de los mandatos de sus miembros– ha salido en tromba a acometer contra el informe del Consejo de Europa, sus “contradicciones”, la “injerencia” en el trabajo de la justicia española, etcétera. ¿Los consejeros que preside Carlos Lesmes creían que pertenecer a Europa solo servía para recibir dinero (antes el Fondo de Cohesión, ahora los Next Generation), sin ninguna obligación ni mengua de soberanía?

Supremo desautorizado. Por mucha vaselina que le hayan querido poner el ministro Juan Carlos Campo y el mismo presidente Sánchez, era inevitable que el Tribunal Supremo leyera los indultos como una enmienda y una rectificación de su sentencia de octubre de 2019, porque lo son. Una condena más moderada y homologable a los parámetros europeos, con penas que a estas alturas ya habrían sido casi cumplidas, habría hecho innecesarios los indultos. La arrogancia justiciera del juez Marchena y sus colegas, su deseo de escarmentar a los cabecillas separatistas para siempre jamás, la imaginaria sedición... han causado numerosos tropiezos en Europa, han obligado a Sánchez a rescatar el conflicto de las manos del poder judicial -a las cuales lo había entregado Rajoy- y han dado una cierta victoria moral al independentismo... al cual la sala segunda del Supremo había querido humillar.

Victimismo unionista. Ya hacía tiempo que el “victimismo” tan atribuido a los independentistas había cambiado de bando, pero con los indultos el tumbo ha sido espectacular. Si, según el líder del PP, teclear “Pablo Casado” en el buscador ya lo convierte en objetivo potencial de un inexistente terrorismo secesionista, Inés Arrimadas ha insistido que los derechos de la minoría no independentista –al menos reconoce que es una minoría, supongo que para parecer más vulnerable– fueron amenazados y abusados por el Procés. ¿Amenazados, cuando tenían a su detrás miles de piolines armados hasta los dientes y, si hubiera hecho falta, la Brunete en reserva? ¿Abusados, cuando el Constitucional atendía solícito a todos sus recursos e impugnaciones, cuando hoy en día el Tribunal de Cuentas continúa saqueando a los adversarios de los naranjas? ¿Cuántas multas les impuso el separatismo, cuántas cargas de los Mossos tuvieron que sufrir, cuántos pelotones de arrancalazos amarillos fueron detenidos y procesados?

La balanza de los agravios está tan desequilibrada que el rechazo de los indultos solo puede nacer de la ceguera política y/o de la miseria moral.

Joan B. Culla es historiador

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