Polonia y la fuerza de la extrema derecha

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Donald Tusk, candidato a primer ministro de Polonia, en la sesión del Parlamento del lunes.

Regreso. Polonia inicia una esperada transición de poder. Donald Tusk volverá hoy al gobierno de Varsovia, preparado para una complicada cohabitación con la presidencia de Andrzej Duda, y con el reto de desminar una cultura política y unas relaciones clientelares que han arrasado con la credibilidad y la independencia de las principales instituciones del país. Y todo esto deberá hacerlo con una sociedad dividida y una coalición de gobierno multicolor, liderada por la Plataforma Cívica de Tusk, pero que agrupa desde el centroderecha hasta los liberales de Tercera Vía y la socialdemocracia de Nueva Izquierda. Entre el compromiso y la claudicación, Tusk tendrá que buscar la forma de encajar muchas agendas diferentes. Por el momento, el acuerdo de coalición firmado con el resto de partidos que lo apoyan no dice nada, por ejemplo, de avanzar en la legalización del aborto, o sobre los derechos de la comunidad LGTBI o de los refugiados, aunque el voto de mujeres y jóvenes, contra las políticas reaccionarias de ocho años de gobierno del PIS, fue clave en la victoria de la oposición. Por contra, Tusk ya ha avanzado que, como primer ministro, mantendrá las prestaciones por hijos, una medida muy popular entre las familias polacas, implantada del PIS.

Alianzas. El regreso de Tusk no significa la restauración de la Polonia de 2015. El país y Europa han cambiado. En menos de medio año se confirmará si la victoria de la oposición polaca es un cambio de ciclo en la ola ultraconservadora o la nota discordante entre el grupo de Visegrad. De momento, Viktor Orbán sustituirá a sus aliados polacos por el nuevo gobierno de Eslovaquia, donde Robert Fico acaba de formar coalición con el partido de izquierdas Hlas (Voz) y el Partido Nacional Eslovaco, ultranacionalista y pro-ruso.

Las próximas elecciones europeas del mes de junio serán el primer examen en las urnas para un Tusk con un aterrizaje complicado. El regreso de Polonia al entendimiento diplomático europeo deberá hacerse con el viento en contra de una extrema derecha, aliada del PIS de Jaroslav Kaczynski, que de momento aparece como una de las familias políticas que más votos ganarán en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Límites. Las últimas proyecciones en intención de voto pronostican importantes ganancias para el grupo Identidad y Democracia (ID), que acoge partidos de extrema derecha como Reagrupamiento Nacional, de Marine Le Pen, y Alternativa para Alemania, y que podría llegar hasta los 87 escaños. Superaría así a la otra familia de derecha radical, los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que preside la primera ministra italiana Giorgia Meloni, que pasaría de los 66 eurodiputados actuales a 83.

Pese a que el Partido Popular Europeo –con pérdida de escaños incluida– siga siendo la principal familia política de la Eurocámara, la derecha radical se consolida como una fuerza decisiva: ya está presente en los gobiernos de Italia, Finlandia, Hungría y Letonia, y es la muleta parlamentaria imprescindible para el actual ejecutivo sueco. Además, empiezan a aparecer algunas encuestas que otorgan a Marine Le Pen la posibilidad de ganar las presidenciales francesas de 2027.

Si las elecciones de 2019 determinaron el fin de la gran coalición que, desde los orígenes de la Eurocámara, había garantizado a socialdemócratas y democristianos una mayoría de escaños en el Parlamento, ahora el gran interrogante es saber dónde quedarán los límites de la derechización de la Unión Europea. Y con quien está dispuesto a formar mayorías el Partido Popular Europeo. Y en eso, Donald Tusk, como primer ministro del país más grande de la UE con gobierno del PPE, también tendrá mucho que decir.

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