Reacomodación de la derecha

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Isabel Díaz Ayuso en rueda de prensa este lunes.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se hizo un lugar en la política después de gestionar muy satisfactoriamente la cuenta de Twitter del perro de Esperanza Aguirre, que se llamaba Pecas. "Me llamo Pecas y vivo en Malasaña con una rubia castiza. Incontrolable. Liberal. Seductor". El perrito era muy activo en esta red social, al parecer. No se trata de ningún hecho inadecuado o escandaloso, pero deja divisar el carácter desacomplejadamente grotesco de este tipo de personajes que parecen surgidos de las entrañas más aceitosas del género chico. El hecho de asociarse al liberalismo político, la osadía de yuxtaponer la caspa petrificada del franquismo con John Stuart Mill, por ejemplo, confirma de manera incontestable aquel viejo dicho según la cual la ignorancia es atrevida. Ahora este mundo se está reacomodando a golpe de colocar las viejas piezas en otra posición, de cambiar de nombre, de rebarnizarlas, de retocarlas vagamente. 

Desde un punto de vista estrictamente táctico, las diferencias entre el PP, Cs y Vox son importantes. En términos programáticos y de estrategia a largo plazo, sin embargo, el objetivo es el mismo: apuntalar al régimen del 78 y asumir así plenamente el legado político del franquismo sin ni siquiera mencionarlo. Para hacerlo, parten, cuanto menos, de cuatro premisas. Según la primera, la Constitución es una especie de comunión mística entre los españoles que no deriva de los concretísimos condicionantes históricos que se produjeron entre el 1975 y el 1978 sino de un hecho providencial. Debido a este carácter sagrado, las posibles impugnaciones se ubican siempre en un ámbito moral, no político; en consecuencia, son condenables de oficio. En segundo lugar, la articulación territorial de España se basa en una "generosa concesión" (la del Estado de las Autonomías) que podría dejar de existir si la generosidad del concesionario decayera (todo ello afecta contradictoriamente al primer punto, por supuesto). La tercera premisa es que ETA continúa existiendo y matando, y es más poderosa que nunca: cada semana estalla algún coche bomba, como todo el mundo sabe. Dicho así suena a despropósito, pero resulta que sin ETA el argumentario de la derecha española no funciona; resultaría inviable. De hecho, en el Congreso de los Diputados hay referencias, día sí y día también, a los proetarras, a los "amigos de los terroristas", etc. El hecho es objetivamente delirante, pero funciona como un reloj en términos de parapeto dialéctico. Finalmente, y en cuarto lugar, cualquier alusión a la Guerra Civil y a la memoria de los vencidos es un intolerable acto de revancha histórica, etc. Según esta mentalidad, abrir una fosa común es una forma de filoterrorismo retrospectivo, por decirlo de alguna manera. 

El PP, Cs y Vox, así como una parte del PSOE que no osaría cuantificar, pero que no me parece precisamente insignificante, comparten estos cuatro axiomas, pero no los modulan del mismo modo. Esto es justamente lo que hace que parezcan realmente diferentes. La realidad, sin embargo, es otra, y no es muy difícil de cuantificar si tenemos presente los trasvases electorales recientes: primero del PP hacia Cs, después de Cs hacia Vox, ahora de Cs hacia el PP, etc. La cosa no crece ni mengua, pero genera un convincente espejismo de vitalidad y renovación. Hay un hecho, sin embargo, más complicado de resolver: el de la plena asunción del legado del franquismo sin necesidad de recurrir a eufemismos ni sobreentendidos. Vladímir Putin afirmó que si un ruso corriente no era capaz de admitir sin complejos la herencia de la URSS como una cosa propia difícilmente podría vivir su identidad con orgullo. La frase también es aplicable a los votantes de los partidos que comentamos en relación al régimen del general Franco, que no fue nada más que la forma en la que se expresó el nacionalismo español entre 1939 y 1975. Ahora se expresa de otro modo, evidentemente, pero esto no quiere decir que pueda llegar a prescindir de un pasado que, aunque sea de forma velada e indirecta, reivindica. 

Pablo Iglesias en el Congreso en una imagen de archivo

La repentina decisión de Pablo Iglesias de presentarse a la presidencia de la Comunidad de Madrid para entorpecer esta reacomodación, que implicaría sin remedio la presencia normalizada de Vox, podría tener un efecto contrario al esperado. La mezcla de odio y de desprecio que la derecha comparte contra el todavía vicepresidente del gobierno español podría servir, paradójicamente, para aglutinar a PP, Vox y los restos de Cs. El estilo de perdonavidas de barrio de algunos miembros de estas tres formaciones requiere a la fuerza un enemigo claro e identificable, una diana. Y si no hay suficiente también tienen ETA, cada día más activa.

Ferran Sáez Mateu es filósofo

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