Reflexiones post-'festum'

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El abeto, símbolo de las fiestas de Navidad.

El primer libro que he leído este 2024 me ha durado una tarde, pero ha logrado llenarme muchas horas de pensamientos, reflexiones, interrogantes y alguna conclusión. Santificarás las fiestas, de Maria Garganté, pertenece a la serie de los diez mandamientos que publica la editorial Fragmenta, y me lo recomendó Ada Parellada, que de fiestas –en el sentido más amplio de la palabra– sabe un montón.

El alma del Semproniana, heredera de una larga tradición familiar vinculada a la cocina, vive las fiestas de una forma muy especial: trabajando más que nunca. Reconoce que le duele un poco al corazón no poder compartir como quisiera las celebraciones con los suyos, pero que es consciente del servicio que los de su gremio hacen a tantas personas y familias en fechas señaladas como las de Navidad.

Dice Maria Garganté que "la celebración de la Navidad parte de la condición insoslayable que es que sea vivida en familia y esta premisa ya es problemática en nuestros días". ¿Qué ocurre si no tienes familia? ¿O si no te llevas? ¿O si echas de menos a algunos miembros con una fuerza que te empuja a caer en una melancolía difícil de superar? Son los disidentes de Navidad, cada vez más numerosos.

Por eso Ada Parellada sabe que, según cómo, el ruido de un restaurante como el suyo el 25 de diciembre puede ser un buen antídoto para la soledad y la tristeza .

Las fiestas –más allá del merecido descanso– son necesarias, dice Garganté, porque nos ayudan a saber quiénes somos, a qué comunidad pertenecemos, qué nos define. Hay cientos de maneras de expresar la fiesta: los banquetes, la cultura popular, el deporte, el baile, las reivindicaciones (manifestarse y fiesta comparten raíces, señala la autora).

Pienso en el famoso y polémico árbol gigante de García Albiol cuando encuentro, en el libro, que “la fiesta puede convertirse en un buen medio de propaganda”. Pero también dice, unas páginas más adelante, que si bien “el concepto tradición ayuda a dar consistencia y legitimidad a la celebración festiva, sea con el apoyo de siglos o de reciente creación, no hay tradición sin el consenso social necesario para su sostenimiento”. Personalmente, el cono iluminado me parece lo más alejado de nuestra tradición, pero me consta que ha tenido un éxito bastante destacable durante las fiestas en Badalona. Terminará arraigando, ¿este árbol de hierro? Sólo el tiempo lo dirá.

El mejor descubrimiento que me ha regalado el libro es éste: en la región italiana de la Apulia era tradicional que el mal derivado de la picadura de tarántula se curara bailando frenéticamente. Así se expulsaba el veneno. ¿Cuántos males y angustias no hemos curado bailando al ritmo enloquecido de la música? Quien baila, y quien canta, sus males asusta.

Santificar las fiestas, concluye el libro del mismo título, implica interrumpir lo cotidiano para abrirnos a la novedad de lo extraordinario. La fiesta comienza un tiempo antes, con la expectativa, y acaba con la aflicción del domingo por la tarde. Un año más, hemos cumplido el ciclo y volvemos a la vida ordenada. Y también en ese orden que evita lo inesperado –por experiencia sabemos que suele ser negativo– hay un dulce consuelo.

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