El domingo, durante la emisión de Rocío. Contar la verdad para seguir viva, Jorge Javier Vázquez afirmaba: “No es nuestra misión que la gente tome partido por uno u otro”. Pues bien, treinta y seis horas más tarde la cadena pedía a los espectadores que votaran “¿A favor de quién estás?”, y un 59% de la audiencia se posicionaba a favor de Antonio David Flores.
El programa de Rocío no es, ni de lejos, un documental. El concepto lo usan para intentar prestigiar el espacio, disfrazarlo de honorabilidad. En realidad es una entrevista larga convertida en catarsis televisada. La colocación de un proyector junto a la protagonista para irle abocando imágenes que estimulen las emociones recuerda aquella tortura psicoanalítica que Telecinco bautizó como La caja, con supuestas finalidades terapéuticas.
Detectar en esta emisión pretensiones feministas o solidarias con las mujeres maltratadas es ingenuo teniendo en cuenta el desecho tóxico machista que emite Mediaset a diario y desde sus orígenes. Por lo que hemos visto en las cuarenta y ocho horas posteriores a la emisión de Rocío, todo se ajusta a las dinámicas habituales de Telecinco:
1) Hipocresía: Despiden a Antonio David cuando lo han catapultado durante veinte años en antena convirtiéndolo en colaborador habitual y constructor del relato que le ha convenido. El exmarido de Rocío ya no irá a los platós, pero ha entrado en escena su abogado, que pasará a formar parte del gallinero cotidiano igual que pasó con el abogado de la Manada, que se convirtió en el letrado de cabecera de la cadena.
2) Violencia mediática: Colaboradores y presentadores siguen alimentando las dudas y revictimizando a Rocío Carrasco, como se ha hecho en los últimos veinte años. La cadena ha sido una plataforma cómplice del acoso continuo a esta mujer. Se ponen imágenes de archivo de ella feliz que cuestionan su versión. La televisión (y Telecinco en concreto) es una herramienta que muchos maltratadores han utilizado para sostener sus agresiones, como pasó con los casos de Carmina Ordóñez, Juana Rivas o Violeta Santander, entre muchos otros.
3) Retroalimentación del drama: Se establece un asedio a todo el clan familiar para obligar a mantener el debate y el juicio público. Ahora se busca el conflicto televisado entre Rocío y su hija, a quien se persigue por la calle olvidando lo que dijo su madre: que ella también es una víctima. Se aseguran nuevos conflictos familiares y se sacan de contexto declaraciones de Rocío para potenciar más enfrentamientos que nutran la maquinaria televisiva.
El machismo en Telecinco es diario. Porque el espectáculo del melodrama solo se puede construir desde la desigualdad, la injusticia, el ensañamiento y la violencia. La cadena se sostiene a través de los conflictos, porque atrapa a la audiencia haciéndole tomar parte en los combates. Y ya habéis visto el resultado: que la mayoría de los espectadores se ponen junto al hombre acusado de maltratos. No es casualidad. Son muchos años de Telecinco.