Luis Rubiales yendo a declarar ante la justicia.
05/02/2025
Periodista
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El juicio en Rubiales es un juicio de cojones. De los suyos, concretamente, los que se agarró ostentosamente al palco delante de los espectadores de todo el mundo junto a la reina Letizia, con esa efusividad cavernícola que le dedicó al seleccionador que le miraba desde el césped: "Te hice ese gesto diciendo «¡Olé tus huevos!»". Si en vez de pensar con los testículos hubiera pensado con la cabeza no habría hecho la escena delpiquitoy ahora no estaría siendo juzgado.

El de Rubiales está siendo algo más que un juicio. Él se siente como un peón en la guerra cultural del feminismo y de la izquierda en general. Ve enemigos políticos maniobrando contra él bajo mano y seguro que no se equivoca, pero para su desgracia este juicio se ha convertido en un episodio popular por la dignificación de la vida pública. Bien, y de la vida privada, también. El hecho mismo de que un tipo con su comportamiento esté rindiendo cuentas en un tribunal es un cambio de época, una impugnación histórica en la caspa hispana, la chulería, los pactos de sangre y de silencio, los ataques de importancia, los chantajes, los aumentos de sueldo como demostración de poder, y el machismo testicular que todavía gobierna. Pienso en Trump, claro, que tiene el cinismo de justificar una deportación de cerca de dos millones de personas con el argumento de que no pueden vivir sobre escombros, como si hubieran sido víctimas de una desgracia natural, y embellece su barra lanzando la idea de un proyecto que es propio de la mentalidad de un promotor inmobiliario como él. Pero para Trump no habrá juicio.

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