Salvador Isla
14/12/2024
3 min

El virus del simbolismo no es exclusivo de los independentistas. Nos hemos hartado de escuchar críticas a Junts ya ERC por su "política de gestos", pero hay que admitir que el gobierno de Salvador Illa ha dado más titulares por la gesticulación y el relato que por las acciones de gobierno concretas. Una parte de culpa quizá la tenga la prensa, que siempre hace más caso al politiqueo que a la gestión, pero esta excusa también es válida para los gobiernos precedentes.

La administración actual llegó al Palau prometiendo hechos y no palabras, como Montilla, pero de momento los únicos anuncios importantes son herencia del gobierno anterior (plan de erradicación del amianto, impulso del Innofab para la fabricación de microchips y nueva ley de memoria democrática). El resto son comisiones de estudio y actuaciones sectoriales menores. No existen anuncios estratégicos ni horizontes nuevos para el autogobierno. Ni siquiera hay –de momento– presupuestos para el 2025. Dos de las grandes apuestas del PSC en el anterior mandato –la ampliación del aeropuerto de El Prat y el complejo Hard Rock– están una en el congelador y el otra con un pie en el otro barrio.

En cambio, Isla se ha hartado de hacer gestos "normalizadores". El presidente ha recibido al rey de España, ha asistido al desfile militar del 12 de octubre y se ha paseado por Bruselas para decir que "Catalunya ha vuelto a Europa" (una curiosa manera de decir que el gobierno español ha levantado el bloqueo diplomático vigente desde 2017). El viernes, además, Isla asistió a la cumbre de presidentes autonómicos, el templo del café para todos. En esta cumbre, en la que tenía la instrucción clara de no dar problemas a Sánchez, Isla afianzó su compromiso con la "solidaridad" (sic) mientras les varones del PSOE y del PP bramaban contra el "privilegio" (sic) de la financiación singular de Catalunya, que ahora parece que tendrá que dar pie a 17 singularidades. ¡Qué broma!

Al parecer, en la estrategia global del PSOE, al PSC le toca compensar las concesiones de Sánchez al independentismo (amnistía y financiación) Illa empezó su mandato pactando con ERC, y además decidió dejar en manos amigas de los republicanos. el departamento de Cultura y la nueva consejería de Política Lingüística Ahora, sin embargo, el presidente ha empezado a apropiarse del relato, y lo hace con el ánimo. explícito de ser un presidente autonómico más, a diferencia de los anteriores presidentes del PSC, Maragall y Montilla, que hicieron esfuerzos por presentarse como líderes de la reforma federal del Estado. La coyuntura actual, por el contrario, hace un cierto tufo de neocentralismo. El fangar valenciano, sin duda, ha ayudado a ello. Si en cierto momento se pretendía que Cataluña fuera la locomotora de la España plural, ahora estas aspiraciones se han diluido por completo. Y quizás es mejor así, porque ser la locomotora de un tren que marcha atrás te convierte en el vagón de cola.

Es quizás demasiado temprano para sacar conclusiones, pero de momento parece que el gobierno del PSC, en parte por gusto y en parte por falta de fuerza parlamentaria, ha decidido no correr ningún riesgo, mantener un tono confortable para el votante españolista y atar su destino al de Pedro Sánchez, que a su vez depende de los acuerdos a los que pueda llegar con Junts y con ERC. Negociaciones disfuncionales, condicionadas todavía por los jueces. Con más peces que cuevas, oa la inversa. Una situación grotesca que confirma que el peso del soberanismo en Madrid es directamente proporcional a la sucursalización de la vida política catalana. Me pregunto si a esto se le puede llamar normalidad.

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