

La semana pasada Carlos Mazón protagonizó uno de esos raros e interesantes momentos en los que un dirigente político parece agotar, simplemente, la paciencia de la opinión pública. Buena parte de la comunicación política se basa en el presupuesto de que esta paciencia es infinita, al igual que la desmemoria de la mayoría. El día a día, en principio, parece corroborar esta idea, y el panorama político está lleno de figuras que van haciendo la vivo, o directamente tienen éxito y ganan elecciones, a pesar de haber cometido, de palabra y de obra, despropósitos de la altura de un campanario. Todos tenemos, sin tener que pensar demasiado, un grupo de ejemplos en la cabeza.
Pero, de vez en cuando, este principio falla y de repente se agota la capacidad de los medios y del público para seguir sosteniendo la presencia de tal o cual personaje. El pasado miércoles, en unas declaraciones, Mazón quiso practicar lo que la mejor defensa es un buen ataque. Se presentó como víctima de una persecución, claro, y repartió a diestro y siniestro acusando al gobierno de Pedro Sánchez, los medios, los partidos de la oposición y buena parte de la ciudadanía de mentir con el propósito de criminalizarlo. También reveló que el pasado 29 de octubre llegó al Centro de Coordinación Operativa Integrado (Cecopi) a las 20.28 horas, una hora que le va bien para desvincularse de la emisión tardía de la alerta, por la que la juez de Catarroja Núria Ruiz le ha abierto una investigación judicial. Después, la Generalitat Valenciana difundió una foto en la que efectivamente se ve a Carlos Mazón entrando en la sede del Cecopio a la hora que él había dicho. Sin embargo, los materiales que llegan del gobierno valenciano tienen su fiabilidad, después de que intentaran divulgar unos audios manipulados para hacer decir a una técnica de la Aemet algo que no había dicho.
A Mazón, sin embargo, el disparo le salió por la culata. Victimizarse, mentir y embestir contra todo y todo el mundo es lo que suele hacer Ayuso, y con este comportamiento infumable ha logrado hacerse una claca que le ríe todas las gracias. Sin embargo, Mazón ha ido de torcido desde el día que se puso el chaleco de salvamento, y con estas declaraciones, en vez de obtener apoyos, causó la indignación general. Cayó en desgracia también ante los suyos, y el consenso es considerarlo un político zombi, del que prácticamente ya solo se espera la noticia de su caída. Este sábado ha habido una nueva manifestación masiva contra él (la quinta), es silbado en cualquier acto público al que asista y el PSPV especula con una moción de censura (pero sólo especula, porque no cabe esperar que Vox votara a favor y, por tanto, los apoyos serían insuficientes).
Sucede, por otra parte, que a Mazón no le va bien botar ahora mismo de la presidencia: tiene en marcha su otro frente, la falsa consulta sobre/contra la enseñanza pública en valenciano. Este martes acaba el plazo para votar y habrá que estar atentos a los resultados que salgan y las más que posibles manipulaciones que puedan hacer el gobierno valenciano del PP y Vox.