Me estaba tomando un sabroso helado con chispas de chocolate cuando escuché en la televisión las declaraciones de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la comunidad de Madrid, cuando dijo que la colonización llevó la civilización y la libertad al continente americano. Se me atragantó el helado. Después salió con que el “indigenismo es el comunismo”, y casi me ahogo de la risa al imaginarme por un momento a Karl Marx escribiendo El Capital con penacho de Moctezuma en El templo Mayor. Acaso en su confusión, Ayuso ¿habrá pensado que eran Marx y Engels los hombres blancos y barbados a los que se referían las profecías de los aztecas que auguraban el regreso de Quetzalcóatl? Todo un enigma lo que haya pasado por la cabeza de la señora Isabel, además de las tijeras de su ex marido peluquero.
Escuchando sus extraviadas palabras pensé que sería muy bueno invitar a doña Ayuso a México para darle un tour ilustrativo, pero... ¿Por dónde empezar? Quizá comenzaría por mostrarle la grandeza de las civilizaciones originarias. ¿Qué tal Uxmal, Chichen itza, Yaxchilán, Ek Balam, Monte Albán, Mitla, Palenque, Tajín, Teotihuacán, Tenochtitlán? La lista es inacabable.
¿Aterrizamos? Mire señora Ayuso, ahí están frente a usted las pirámides exuberantes e inamovibles. Cada detalle muestra la destreza de sus constructores, pero sobre todo el avanzado conocimiento que tenían de la astronomía y el dominio de las matemáticas, tanto, que el calendario maya es más exacto que el gregoriano. ¿Ya se aburrió? Bueno, quizá si lo mira en clave espectáculo musical le interese más. Así podría darle muchas ideas a su amigo Nacho Cano, ahora que ya declinó en construir la pirámide azteca para su musical que, he confesarle, me trae muy inquieta, pues quién sabe qué historia va a contar: “Ay que pesado que pesado, siempre pensando en el pasado”.
Fíjese bien en las escalinatas de la pirámide de Kukulkán en el equinoccio. ¿Lo ve? Mire cómo se ilumina perfectamente la serpiente emplumada. Es Quetzalcóatl. ¿Siente la fuerza de la naturaleza en la cosmovisión de los pueblos originarios? ¿No? Tiene razón, olvidé que hay deidades más civilizadas como la Santísima Trinidad: la Gürtel, la Púnica y Lezo.
Cambio de planes. Vamos a la capital a que respire un poco de hispanidad y verá que no tiene nada de qué preocuparse. Su legado está a salvo. Ahí está la plaza de toros México, la de mayor aforo del mundo ¿Entramos? Ya veo que le ha vuelto la sonrisa. Usted tan aficionada a la fiesta brava. Aunque no estaría mal que Roca Rey, su torero favorito, peruano, por cierto, le enseñara un poco del arte del capoteo, porque el de la estocada la domina de maravilla. Esa forma que tiene de rematar cada palabra con desplante torero. ¡Ole! Pobre Papa Francisco, aún no debe recuperarse de la que usted le metió por atreverse a reconocer los errores del pasado en la evangelización.
Supongo, entonces, no tendrá inconveniente en ir de rodillas a la Basílica de la Virgen de Guadalupe en la Villa. Es la peregrinación católica más grande en América Latina. ¿Lista? Ha de ir usted también de rodillas ¡Faltaría más! No puede quedarnos mal. ¡Venga! Sin rodilleras. Aquí la espero. Tómese su tiempo. Solo no vaya a pedir por la eterna salvación de la cúpula del PP porque no saldrá nunca.
¿Ya está de regreso? Menos mal. La veo muy desmejorada. El siguiente sitio le va a encantar. Mire estamos en el rascacielos del BBVA en pleno Paseo de la Reforma. ¿No es magnífico? Es tan alto como los intereses que cobran a los cuentahabientes. Sí sabía que el 45 % de las ganancias mundiales de este banco vienen de México ¿Verdad? Ya que andamos por aquí, quizá le interese pasar por la filial de OHL y saludar a los amigos. No se ponga nerviosa. Ya dieron carpetazo a las acusaciones de desvíos millonarios en obras públicas que, buena parte, fue para las arcas de su partido el PP. Todo a costa del pueblo mexicano. La ex colonia sigue siendo generosa con la madre patria. Ya la veo más animada.
Por allá está el Palacio Nacional. Esa parada la omitimos por razones obvias. Ya para terminar, la llevaré al pedestal donde estaba la estatua de Cristóbal Colón. Ha de agradecer que el gobierno de la ciudad la removiera a tiempo, antes que algún vándalo mal agradecido le hiciera daño. Está en restauración y fíjese que ahora no sabemos qué poner en su lugar. Es nuestro eterno conflicto mestizo de identidad: Ponemos ¿algo indígena o algo español? Para colmo tampoco sabemos qué hacer con la estatua de Colón ¿No la quiere para su jardín? Le quedaría d-i-v-i-n-a.