Un último esfuerzo por el acuerdo por el catalán en la escuela
Los partidos mayoritarios de Catalunya ultiman este fin de semana una doble propuesta legislativa para garantizar la preeminencia del catalán en la escuela ante la sentencia del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) que fija la obligatoriedad de una cuota del 25% de castellano. Sin entrar en contradicción con esta sentencia, que se puede empezar a ejecutar el 31 de mayo, se trata de asegurar la autonomía pedagógica de los centros a la hora de fijar su proyecto lingüístico, de blindar la convivencia en la enseñanza ante los intentos de choque lingüístico y de garantizar que la lengua propia del país y socialmente más debilitada, el catalán, siga teniendo una protección especial, sin que esto impida –tal como ha pasado los últimos 40 años gracias al sistema de inmersión– un conocimiento correcto del castellano para todos los alumnos.
La mejor manera de afirmar este mensaje es que en el acuerdo que se está negociando en el Parlament participen todas las fuerzas del catalanismo (ERC, PSC, JxCat, CUP y comunes), que suman 115 diputados y un 78% de los votos de los ciudadanos, y que históricamente han hecho posible una escuela con el catalán como un derecho para todos los chicos y chicas. Este modelo ha permitido un alto grado de cohesión social gracias a la asunción, por parte de muchos hijos de las diversas olas migratorias, de una lengua a la que, de lo contrario, no habrían tenido acceso, una lengua que a pesar de los esfuerzos escolares, mediáticos y culturales sigue siendo minoritaria en el propio país. Y sobre todo ha permitido dejar al margen de la lucha partidista un tema potencialmente incendiario, tal como se han encargado de recordar los partidos minoritarios de la derecha españolista, ahora encabezados por Vox. A pesar del exiguo apoyo social obtenido por estos grupos, su obsesiva insistencia para frenar la normalización del catalán ha acabado siendo asumida por el TSJC, hasta llegar al punto crítico en el que nos encontramos ahora.
Es, por lo tanto, importante y necesario que el bloque catalanista de la cámara catalana sea capaz de dar una respuesta conjunta, sólida y consensuada. Hay que hacer un último esfuerzo y ser capaces de aparcar diferencias y maximalismos: la escuela y la lengua lo reclaman. Como ha dicho esta semana el expresidente Artur Mas al ARA, no sumar al PSC en el acuerdo sería un error. El PSC fue clave en la génesis de un único sistema escolar con inmersión e, igual que el PSUC, tuvo un papel decisivo en la incorporación de muchas personas en el uso del catalán. Que quede fuera del consenso supondría un paso atrás. El catalán tiene que seguir siendo sentido como patrimonio de todos, al margen de ideologías, orígenes y proyectos nacionales. No puede ser percibido por la opinión pública solo como la lengua del independentismo. Saldría mal parado.