Las urgencias existenciales de Europa

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Scholz y Macron durante una rueda de prensa

Geopolítica. La Unión Europea se va haciendo a base de momentos decisivos; de crisis que la obligan a dar un salto hacia adelante; de miedos compartidos que sirven para reforzar la idea de una integración hecha de renuncias y necesidades. Desde hace años la UE vive instalada en las urgencias: geopolíticas, sanitarias, financieras, climáticas... Quizás ya es su estado natural. Y, una vez más, asistimos a un nuevo listado de retos pendientes y desafíos existenciales. Con la guerra de Ucrania en horas bajas, esperando los 60.000 millones de dólares de ayuda de Estados Unidos que se traducirán, sobre todo, en obuses de artillería y municiones antiaéreas, la UE intenta apagar otro fuego en su vecindario sur. Ante la escalada entre Israel e Irán, con Gaza sufriendo una crisis humanitaria sin precedentes y el frente ucraniano con cada vez mayores dificultades, los líderes de la UE se apresuran para construir un liderazgo creíble, internamente y ante el mundo.

Ante Rusia, Emmanuel Macron ha adoptado la línea dura. El presidente francés arremete ahora contra el neoimperialismo de Putin, amenaza con la ambigüedad de una presencia militar en Ucrania y ha declarado la guerra como una amenaza existencial para Europa. El canciller alemán, Olaf Scholz, en cambio, ha declarado públicamente que Alemania no formará "parte de la guerra".

La Europa geopolítica se ha materializado pese a las contradicciones de sus líderes. Ante la debilidad de los apoyos electorales, Macron opta por la vehemencia y Scholz por la prudencia.

Visión. Los distintos frentes europeos se han ensanchado por culpa de la distancia franco-alemana. Con la popularidad tocada y la economía arrastrando los pies, Scholz y Macron son líderes en horas bajas en casa. El Fondo Monetario Internacional confirmó hace unos días las dudas que existen sobre la capacidad de la UE para crecer. Alemania seguirá estancada un año más, Francia apenas avanzará un 0,7% y la eurozona un 0,8%. Paradójicamente, los países del sur de Europa –Italia, España, Portugal y Grecia– crecen más que sus vecinos del norte, sobre todo gracias a su dependencia de los servicios y del turismo.

En Bruselas se respira cierto pánico por el declive industrial de Europa. La UE necesita repensarse urgentemente. Mario Draghi, el hombre que cambió el curso de la crisis financiera en la eurozona con su “whatever it takes” (anunciando desde el Banco Central Europeo que haría "todo lo necesario" para salvar la moneda única), tiene ahora el encargo de Ursula von der Leyen de preparar un informe sobre la competitividad europea que siente las bases de cómo debería ser una Unión a medida "del mundo de hoy y de mañana". Draghi ya ha avanzado que reclamará un "cambio radical". Es necesario adaptar una Unión que se construyó para un mundo diferente, menos interdependiente.

Futuro. Los desafíos existenciales de la UE son de largo recorrido. La Europa de mañana está envejecida. En 2050 el número de europeos con más de 55 años habrá pasado del 30% actual al 40% de la población. Un estudio del propio FMI ha revelado que la pobreza infantil ha crecido un 20% en la UE desde el inicio de la pandemia. Los compromisos climáticos se encuentran bajo presión política y social. Y hace tiempo que el diseño institucional y las prioridades políticas han descuidado la equidad intergeneracional en una Unión Europea donde los jóvenes no tienen prácticamente representación ni derechos formales en el actual sistema de toma de decisiones. Mientras se solucionan las urgencias de hoy, hay que pensar también en los problemas existenciales de la UE del día después. La idea de Europa necesita mucho más que la gestión de crisis inmediatas que han marcado los cambios en los últimos años.

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