Camino de ronda de Can Juncadella, en Lloret de Mar.
Abogada
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Los caminos son naturaleza. Trazas en el territorio que conectan puntos cardinales salvando accidentes geográficos. Son, al mismo tiempo, cultura. Para un espíritu poético inmenso, como el de Walt Whitman, "libre de todo límite y de toda línea imaginaria", cada camino se convierte en un gran trago de espacio para aspirar. "A pie y con corazón ligero me voy por el camino. / Sano, libre, el mundo delante. / El largo camino terroso me conducirá allá donde yo quiera".

Los itinerarios en el paisaje físico modulan el paisaje mental, que ninguna cartografía puede atrapar. Conectan los recuerdos personales y la memoria colectiva. Hay rutas de tráfico, de fuga, de vigilancia. Los Pirineos concentran míticas. El Pas dels Gosolans nos habla del afán de segadores y arrieros tanto como de la unión de dos valles; hermana la vertiente norte del Cadí, rocosa y escarpada, con la cara sur, curvada como el lomo de un elefante tumbado. Por Urgellet discurría la ruta de la sal, por donde Aníbal y sus paquidermos hacían vía hacia la Galia.se non è vero, è bien trovato. En algún punto confluía con el Camí dels Bons Homes, la escapada transpirenaica para los herejes cátaros desde Occitania hacia el Berguedà y el Alt Urgell. De esta comarca salvaje arrancaban también las rutas de las trementinarias, vendedoras ambulantes de remedios naturales que proveían las masías del principado siguiendo, año tras año, los mismos senderos. Las travesías a pie duraban meses, un contrapunto a las incursiones, repentinas y clandestinas, de contrabandistas y bandoleros. Muchos ramales se han perdido y otros son vías verdes adaptadas para recorrerlas a pie, en bici oa caballo. De la tipología originaria conservan sólo su nombre: anchos caminos de carro o de gravilla o angostos caminos de basto, aptos para animales de herradura.

Los caminos son patrimonio público porque tenemos una necesidad primaria de desplazarnos con fines diversos. De ahí los límites al uso privativo del titular. Josep Maria de Segarra, un poeta salido de la Facultad de Derecho, vislumbra la dimensión social de los derechos individuales: "El camino significa humildad, / significa un renunciamiento a fin de bien, / significa pasar por el mismo cobijo / que los demás han pasado". No todo el mundo acepta las limitaciones comunitarias. Hay propietarios, con frecuencia de segundas residencias, que se apropian de terreno comunal o dificultan el paso por sus parcelas en una exhibición de prepotencia. En ocasiones se infringe la legislación urbanística, con construcciones en áreas de dominio público; otros se hace el hecho disimuladamente, con una discreta alambrada vegetal o una robusta jardinera, o se planta el Mercedes en medio del paso. En las conductas insolidarias existe la sed insaciable de disfrute particular, exclusivo y excluyente. Existe la arrogancia de quien se cree por encima del bien y del mal... y de la norma que los distingue.

Cerca mar proliferan casos groseros. Por ejemplo, la vulneración de la servidumbre que obliga a todo propietario a consentir el tráfico por los bucólicos caminos de ronda. Toman el nombre de la ronda que hacían los carabineros para pillar a los contrabandistas que triscaban por los riesgos del litoral. La ley de costas reserva una franja de seis metros (ampliable a veinte), contados desde el agua, para la circulación de los peatones y para labores de vigilancia y salvamento. Sin embargo, las sentencias que reconocen el derecho chocan con una política de hechos consumados. Algunos dueños de fincas optan por cerrar el paso ante la dejadez de las administraciones, a menudo complacientes con los prohombres locales. Muchos consistorios tampoco tienen un inventario de los caminos públicos, pese a la obligación legal de tenerlo. Mientras ocupar por necesidad un piso vacío de un fondo buitre va por la vía penal, los jueces se resisten a perseguir la usurpación ilegítima del dominio público. La respuesta, tibia y tardía, actúa como un espolón. Los Suqué Mateu —viticultores, señores del castillo de Peralada y dueños de los casinos de Catalunya, entre otros negocios del holding— levantaron una valla en su finca del Alt Empordà para preservar la intimidad de la piscina a orillas de la costa y del embarcadero, con comedor de verano incluido. Franco amarraba cuando visitaba el patriarca del clan mientras el hijo, salpicado por el caso Casinos, recibía asiduamente la plana mayor de la antigua Convergencia. Los señores cambian de chaqueta, pero la criada sigue trabajando con el uniforme de siempre. Los carteles (en castellano y en francés: "Prohibido el paso / Passage interdit") o la reja metálica (lenguaje universal) son emblema de la privacidad y atributo del privilegio. El camino de ronda Llançà - Port Bou queda cortado y no hay más remedio que remojarse y arañarse para seguir avanzando. A pesar de la sentencia para reabrir el paso, ganada por el activismo procedimiento para alargar el expolio. Otro caso sonado es el de Can Juncadella, la mansión del expresidente de Kazajistán Nursultán Nazarbáyev, amigo personal del emérito español, que roza el camino de ronda a la altura de Lloret. vigilantes armados incluidos), con la tolerancia de la administración local. Por todas partes se hacen setas, no sólo en nuestra casa.no es de derechas ni de izquierdas, es un delito") la pareja ocupa un buen trozo de terreno público y se niega a restituir el acceso público al arenal.

Para acabar con la impunidad de estos personajes, tan diferentes y tan parecidos, hace falta conciencia y educación —nadie defiende lo que no conoce y ama—; hace falta denuncia —como la que hace Ecologistas en Acción con su informe Banderas negras— y hace falta presión social, la que tan bien reivindica Mario Benedetti, con violencia metafórica: "Cada vez que un dueño de la tierra / proclama / para quitarme este patrimonio / tendrán que pasar / sobre mí cadáver / debería tener en cuenta / que a veces / pasan”.

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