La vía Mamdani

Donald Trump y Zoran Mamdani ayer en el Despacho Oval.
03/12/2025
3 min

1. La elección de Zohran Mamdani, un progresista musulmán –aunque pueda parecer una contradicción en los términos–, como alcalde de Nueva York fue la noticia de la última noche electoral americana, una señal de que no todo está comprado en los Estados Unidos de Donald Trump y de que las sobreactuaciones del presidente no engañan a todos, aunque al Partido Demócrata le cueste reaccionar. Enseguida, la condición de Nueva York operó como factor de contención de ciertos entusiasmos: una ciudad cosmopolita y singular, con un mundo y una vida propia, nada que ver con la América profunda. Y así se repetía un tópico: lo que ocurre en Nueva York no es representativo del país sino de consumo interno, propio de una ciudad abierta al mundo y contenta de haberse conocido.

Sin embargo, me parece erróneo pasar de largo sobre este acontecimiento en un momento en el que las izquierdas en América y en Europa están sensiblemente desdibujadas y parece que ni siquiera la radicalización de las derechas –en estado de desplazamiento imparable hacia el autoritarismo posdemocrático– logra despertarlas. De entrada, la victoria de Mamdani tiene un valor revulsivo. No todo está determinado desde los superpoderes que marcan el paso en EEUU, como quiere hacer creer Trump. ¿Cuál es el hecho diferencial que representa a Mamdani? ¿Qué hace pensar que no está destinado a ser una anécdota o un gesto más para recordar que Nueva York es otro mundo, sino que puede ser indicio de la configuración de una cierta alternativa, aunque esté expuesta a todas las resistencias imaginables?

2. La novedad de Mamdani, lo que ha hecho que el elegido sea él y no cualquier otra figura del progresismo de la gran ciudad abierta, y lo que puede hacer que el éxito pueda ir más allá, es que con un estilo progresista, personal y empático, propio de quien mira a la gente a la cara, ha hecho una campaña atenta a las preocupaciones de la vida cotidiana de los ciudadanos. No se ha limitado a hacer de una cierta identidad la bandera alternativa a Trump: la ha encarnado. Ha dibujado un escenario poniendo énfasis en las necesidades reales de la ciudadanía, es decir, poniendo la retórica al servicio de las exigencias del día a día: la vivienda, el trabajo, la escuela, la sanidad, la movilidad, la dependencia. Dicho de otro modo, su discurso de izquierdas no ha sido ni hacer humo con una retórica ideológica apasionada ni hacer alarmismo catastrofista, sino hablar pensando en la gente y con cierta alegría. Que es exactamente lo que necesita la izquierda si no quiere seguir desdibujándose y entregando, sin querer darse cuenta, una parte del electorado al griterío de la extrema derecha. Perder el miedo al compromiso de las propuestas concretas: este es el éxito de Mamdani, que contrasta con el encogimiento de las izquierdas europeas. Y que, evidentemente, lo sitúa ante una alta responsabilidad: hacer efectivo su relato.

3. Naturalmente, es un riesgo: el candidato se pone un listón alto y, si fracasa, puede pagarlo deprisa. Pero es la única forma de no claudicar en la defensa de los derechos básicos de la ciudadanía. Ya sabemos que Trump no va solo y que los poderes que lo sostienen son muy potentes. Pero callar y pretender que no ocurre nada solo ayuda a reforzarlos. Si Mamdani lograra hacer progresos reales en la vida de los neoyorquinos, muchas miserias de la política actual se pondrían en evidencia y empezarían a caer los velos que ahora condicionan a una ciudadanía con una sensación constante de vértigo. Y es interesante que haya sido un musulmán laico –si se me permite la expresión– el que haya dado ese paso.

Veremos las complicidades que genera y veremos también la contundencia de la respuesta de quienes mandan. Hay que evitar que quede como una excepción neoyorquina, cosas raras propias de una ciudad distinta. Y veremos si las dormidas izquierdas europeas despiertan después de esta experiencia y sacan alguna lección. Y si todo ello empieza a abrir una nueva etapa que invierta la insoportable dinámica de entrega al neofascismo que recorre una Europa y Estados Unidos donde, una tras otra, las derechas claudican asumiendo la cantinela de la extrema derecha. También en Catalunya, donde la desorientación de Junts i companyia juega a favor de Aliança Catalana y de Vox. Estamos en tiempo de advertencias. Sería interesante que la izquierda interpretara la señal de Mamdani y fuera capaz de hacérsela suya. La ayudaría a revisar programas, a perder el miedo a decir las cosas por su nombre y a generar una dinámica colectiva atenta a los problemas de la ciudadanía y capaz de señalar los abusos de poder que mueven a la derecha europea.

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