La muerte aparece cada día en las noticias, pero hay muertes que consiguen un eco especial, como la del médico Carles Miñarro, que este martes tarde será recordado con un minuto de silencio en el Estadio de Montjuïc, antes de que empiece el Barça-Benfica de la Champions. La desaparición repentina de un hombre todavía joven, padre de familia, que formaba parte de un equipo de chicos aún más jóvenes y proveedores habituales de alegría, pasión, polémica y ruido, hace un contraste muy grande con el silencio de una gradería vacía por un partido suspendido, y los posteriores mensajes de pésame y de incredulidad de los jugadores en las redes y la foto.
La muerte nos descoloca, y si es como ésta, aún más. En estos casos recuerdo una conversación combativa, adulta, mantenida con Raimon Panikkar donde fue de pie en la cabeza de la calle: "¿Usted no sabía que algún día iba a morir? ¿Nadie se lo explicó? ¿Hay un dolor posible y una desgracia posible. Quien no sabe integrar la parte de dolor y de sufrimiento que conlleva toda existencia es un soñador."
Ésta es la paradoja: no se trata de estar pensando en la muerte, qué ganas. Más bien, lo necesario es estar pensando en la vida, y vivirla cada minuto en sus inmensas posibilidades. Todo esto, por supuesto, depende de las experiencias vividas y de los tramos de edad, porque a medida que van pasando los años van haciéndose más claras e inapelables algunas certezas, como que la vida pasa muy deprisa. Y frente a esta realidad, añadía Panikkar, sólo hay un consejo posible: hacernos dueños de nuestro propio destino.