Monos enjaulados en un laboratorio
25/06/2024
2 min

Estos vídeos que me envían a las amigas de comportamiento animal insólito me resultan fascinantes justamente porque los dotamos de personalidad humana. Son como las fábulas de antes. Estaba el zorro, que era astuta, y estaba el burro, que era muy burro. Ahora, en estos vídeos también están nuestras virtudes y defectos. Hoy he visto el de la gata que va a buscar al hijo gatito que se ha escapado (eso creemos) y que le pega un calbo de escarmiento (eso creemos) y es como si le dijera “¡pasa a casa!” Nos recuerda a nuestra madre o la madre de alguien que conocemos o el arquetipo de madre.

Los simios, sin embargo, son un capítulo aparte. En los vídeos de simios ocurre algo diferente. Tratan a los otros animales no como a otros animales, no como al perro que regaña el gato porque no está quieto o porque le ha robado la cama donde quería dormir. No como el conejo que sube a caballo de la tortuga (o quizá se lo han subido). El mono que coge el conejo, lo pone a dormir y le acocha, para después tumbarse junto a él, lo está tratando como un humano trataría a un animal; es decir, como mascota. Existe una superioridad intelectual del mono respecto al conejo. Es como el niño que juega a muñecas con el gato, no está jugando con un igual, está jugando con la mascota. No digo –al contrario– que lo trate mal. Puede ser porque tienen manos y pies como las nuestras, caras como las nuestras, cuerpos como los nuestros. Conocen la vergüenza y la venganza, así como el agradecimiento. Un mono trata a un perro con dulzura, pero cómo haría un humano con un perro. Exactamente. No hay ningún animal que merezca estar en el zoo, todos tienen ojos muy tristes. Pero los monos se dan cuenta, que están en prisión.

stats