“Un lloroso Vinícius dice que los ataques racistas le han quitado la alegría de jugar”, “Es difícil dejar en silencio a 100 personas de golpe, pero eso es lo que ocurrió cuando Vinícius entró en la sala. Durante 40 minutos, transmitió un mensaje tan potente contra el racismo que le saltaron las lágrimas”.
Así han transmitido algunos de los grandes medios internacionales la rueda de prensa de Vinícius la víspera del partido en el Bernabeu. En el mundo, la opinión publicada no tiene ninguna duda: Vinícius es un símbolo de la lucha contra el racismo. Y esto es así por mucho que en Barcelona (y en todos los campos de fútbol de España por donde pasa el jugador del Madrid) podamos poner matices distintivos.
El matiz no puede ocurrir por encima del tema principal, que son los insultos racistas que recibe. Y, sin embargo, Vinícius no es, precisamente, el mejor embajador que podría encontrar la lucha contra el racismo. En el campo Vinícius suele tener una actitud insoportable, de persona inmadura y de jugador poco deportivo. Se dirige a la grada con gestos provocadores, por lo que los gritos que recibe pueden ser racistas (condenables y perseguibles) o pueden no serlo. Y a juzgar por mi experiencia directa, son muchos más los gritos que recibe por maleducado que por otra cosa. Es el típico jugador del equipo contrario que cae mal en todas partes, y eso nada tiene que ver con el racismo. Podríamos considerar que si se mira la grada y se vuelve es porque ya no puede más y no puede controlar su respuesta, pero es que incluso se ríe de los árbitros, que no le dicen nada. Vinícius tiene un gran talento futbolístico, por lo que también le tienen manía las aficiones rivales, pero aún le queda trabajo por hacer si quiere ser un personaje para reflejarse en él.