Una apelación a Feijóo y Puigdemont

4 min
Alberto Núñex Feijóo en el Congreso el pasado jueves.

BarcelonaSi el caos es sencillamente el orden que todavía no hemos llegado a entender, es seguro que la convocatoria electoral en Catalunya y el debate crispado entre el PP y el PSOE por el caso Ábalos-Koldo y por las deudas fiscales de la pareja de la presidenta madrileña , Isabel Díaz Ayuso, forman parte de un plan concebido por una inteligencia artificial que nos será revelado en el momento oportuno. En un país con tanta inclinación por la tragedia como es España, resulta curioso que la combinación de factores que ahora componen la escena política se asemeje cada vez más a la ópera soplo. La gran incógnita es cómo terminará esta fase de despropósitos. Los problemas de fondo están ahí: existe la corrupción, Catalunya necesita iniciar una nueva etapa –más productiva en todos los sentidos– y la Comunidad de Madrid tiene muchos más frentes abiertos que el análisis de la contabilidad fiscal del novio de su presidenta. Pero todo hace un guión de sainete que resulta muy incómodo para los que desearíamos que pudiera empezar a ponerse manos a la obra de una vez.

Mientras en el escenario se desarrolla esta comedia –en la que unas elecciones dependen de la construcción de un casino–, el país debe escuchar resignado lo que nos dicen unos respetables juristas europeos sobre cómo deberían hacerse las cosas si queremos que nos oren en serio. Estos juristas son el de la Comisión de Venecia, que –pese a su aprobación global de la ley de amnistía– nos han reñido por no ser capaces de hacerla con más tiempo y consenso. El dictamen lo pidió el PP y el gobierno está muy contento porque cree salir muy bien de la prueba. En paralelo, el comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, tuvo el gusto de volver a reunirse con el ministro Félix Bolaños y el vicesecretario de asuntos institucionales del PP, Esteban González Pons, para intentar que renueven de una vez el Consejo General del Poder Judicial. Todo esto me recuerda a los tiempos de la transición, cuando buscábamos en la prensa extranjera los planteamientos y las respuestas que no encontrábamos aquí. Y confieso que no acabo de entender por qué deberíamos encontrar natural que deban ser los consejos de personas e instituciones que conocen relativamente nuestra realidad quienes orienten pasos que debemos dar para solucionar conflictos muy propios, muy internos. Europa y su civilización deben constituir una referencia permanente para un país como España, que todavía puede decirse que viene de una dictadura, pero sin papanatismo y sin beatería.

En Europa nos piden consenso. Consenso para un país que no ha logrado ni tener una versión compartida del mayor atentado terrorista cometido en Europa por un grupo de terroristas –estos sí que lo eran– islamistas. Qué espectáculo, de nuevo. El expresidente del gobierno José María Aznar ha aprovechado la ocasión para volver a insistir en justificar la equivocada estrategia de comunicación de su gobierno tras los atentados del 11-M. No tiene ningún sentido que la FAES, fundación que preside Aznar, haya conmemorado el vigésimo aniversario de aquellos hechos con un comunicado en el que afirma que su gobierno "nunca" recibió un documento oficial que "descartara definitivamente la autoría etarra y afirmara sin titubeos la responsabilidad yihadista". Una de las cosas que más me ha llamado la atención con motivo de este aniversario han sido las manifestaciones de uno de los responsables de las investigaciones policiales sobre los atentados en los trenes de Atocha. Contaba que muchos días dedicaron más tiempo a descartar y desmentir las versiones periodísticas sobre la autoría intelectual del ataque terrorista o sobre la supuesta manipulación de pruebas por la deficiente custodia de las mochilas recuperadas con explosivos, que a seguir las pistas ciertas que tenían en la mano. El hombre explicaba que todas las mañanas iban a buscar los periódicos con la preocupación de tener que dedicar el día a justificarse ya desmentir especulaciones en lugar de invertir el tiempo en cerrar el círculo de sus investigaciones.

Errores similares

Con precedentes como éste, o con lo que significó la manipulación del Tribunal Constitucional durante los cuatro años y medio que duró la deliberación de la sentencia sobre la reforma del Estatut, lo que ahora me preocupa es que cometamos errores similares. Siempre he creído que Alberto Núñez Feijóo es muy distinto a José María Aznar. Pero el viento que sopla a la derecha vuelve a parecerse al del pasado. Obedece, probablemente, a una tentación genética permanente. Ya lo entiendo, que tengan que oponerse a la ley de amnistía. Pero quisiera hacer una apelación a Feijóo, por decirle, sobre todo, que se dé una oportunidad. ¿Para qué? Para desligarse de la estrategia de confrontación absoluta como única vía de acceso al poder. A Madrid le han convencido de que es la forma segura de llegar a la Moncloa. Tampoco Pedro Sánchez se lo ha puesto fácil por sus desprecios continuos. Pero en relación con algunos problemas, por ejemplo en Catalunya, quizá le convendría pensar un poco a medio plazo. Fue alentador comprobar durante la campaña gallega que Feijóo sabe pensar por cuenta propia, cuando en un encuentro con periodistas habló de hipotéticos entendimientos con los partidos independentistas en materia de indultos y amnistía.

Fue arriesgado que lo hiciera –por la contradicción palmaria con las manifestaciones y declaraciones del PP contra la amnistía en trámite parlamentario–, y quizá se arrepintió enseguida de haberlo hecho. Pero Feijóo debería pensar que para llegar y consolidarse en la Moncloa necesitará un proyecto para Catalunya. Le haría una apelación para que lo tenga en cuenta. Y en Puigdemont le haría otra. Tarde o temprano podrá volver; ojalá, si sabe hacerlo con dignidad, pensando en los intereses del país más que en su reivindicación personal. Durante los cuatro meses que estuve siguiendo el juicio del Proceso en el Supremo me perturbaba la imagen del presidente Companys sentado junto a Ventura Gassol y otros en la misma sala, siendo juzgados por los hechos de octubre del 34. Aquella fotografía había exhibido en una exposición en el mismo tribunal y me producía inquietud cada vez que la recordaba. Ojalá vayamos dejando atrás estas imágenes. Puigdemont, que se libró de repetir la escena, debería ser el primer interesado en facilitar que Catalunya comience una nueva página.

stats